Aunque no tenga nada que ver con la actualidad, una cosa que llama mi atención de un tiempo a esta parte es el uso engañoso que hacen los bancos de la palabra «seguridad». Es cierto que las leyes contra el engaño publicitario y la corrupción difundida por los gabinetes de prensa no prescriben, como en época de Hammurabi, medidas reparadoras y ejemplares que impidan ulteriores recaídas en la falta. Pero por parte del consumidor está la obligación de responder, a esa artillería de doblepensares y doblehablares, con la retirada de su confianza.
No sé si llegué a hablaros o no de cómo la directiva financiera "MIFID" era presentada como un dechado de normas de transparencia y seguridad, a pesar de que todos los bancos la tomaban como excusa para subir comisiones (o crear comisiones nuevas) y, sobre todo, reducir su responsabilidad a la hora de custodiar los dineros de sus clientes: las comunicaciones bancarias tardarían más, o irían a la página de Internet del banco (a la que algunos no podemos acceder), pero los clientes deberían informar con celeridad de las retiradas de fondos no autorizadas. El banco dejaría de comprobar la coincidencia entre el nombre del cliente y la cuenta corriente, una tarea que sospecho lleva menos de un minuto a esos oscuros funcionarios bancarios que trabajan en los centros de datos. Todo en este plan, para «garantizar la seguridad». ¿La seguridad de quién? Hay que jo...robarse.
Pero de lo que no había hablado es de cómo en este vendaval de medidas destinadas a garantizar la seguridad de los... bancos, los cajeros automáticos se están trasladando del interior del banco a su exterior.
Todavía recuerdo cuando un conocido, que entonces trabajaba en la banca, me insistía en que nunca, nunca, nunca sacase dinero en un cajero que estuviera en la calle. Las razones eran evidentes. Estaban los atracadores solitarios, los niños mendigos que te rodean en grupo y te roban la cartera (una respuesta agresiva por parte del cliente sería delito) y los ladrones tecnológicos que instalan cámaras y otros dispositivos en los cajeros situados en el exterior de las sucursales. Por eso, era mejor entrar en un cajero cerrado y echar el cerrojo.
Pues bien, no sé si os habéis dado cuenta de cuántos cajeros están pasando de ser interiores a ser exteriores. En el barrio de mi madre creo que sólo queda un cajero interior, el del Banco Popular, aunque es cierto que sólo tengo conciencia de que se hayan sacado al exterior otros dos, uno del BBVA y otro del Deutsche Bank. Este mismo banco, que es en el que trabajaba mi amigo, acaba de hacer exterior su cajero en la oficina de mi barrio, donde no recuerdo que queden cajeros interiores ni de Servired ni de 6000, que son las redes de tarjetas a las que estoy afiliado.
La tendencia llama la atención. ¿Es por nuestra seguridad? ¿Para protegernos de los mendigos harapientos que a veces duermen en los cajeros? ¿O es quizá que teniendo el cajero en el exterior ya no es el banco responsable de posibles atracos o manipulaciones del cajero? No sé vosotros, pero yo me inclino por esta última opción.
Del uso del PIN, sin carné, en comercios y, ¡peor aún! de la firma digitalizada para pagar con tarjeta, habría que hablar otro día. Por el momento, sed paranoides, amigos míos.
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