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viernes, 20 de noviembre de 2009

Cómo crear un blog de blogger con la letra eñe

Después de haber averiguado hace unos días cómo se consigue registrar un dominio .com con acentos en un proveedor que no los admite, he empleado hoy el mismo sistema para probar si se podían registrar blogs de blogger en cuya dirección figurasen acentos, diéresis o la eñe.

Y he visto que se puede hacer. Lamentablemente, alguien se me adelantó, y eñe.blogspot.com ya está registrado, así que, como mis otras ideas van para dominios cuyas versiones sin acento están registradas (es inútil registrar qué.blogspot.com si ya existe que.blogspot.com), me he quedado con las ganas. Pero ahí va el procedimiento para quien esté interesado.

  1. Buscar en google un punycode-converter, por ejemplo phlyLabs Punycode Converter.
  2. En la casilla "original (unicode)", escribir el subdominio a registrar (por ejemplo, "eñe" para eñe.blogspot.com).
  3. Pulsar el botón "Encode"
  4. Seleccionar el texto codificado (en nuestro caso, "xn--ee-zja") y copiarlo
  5. Abrir www.blogger.com, crear un blog y, en la casilla "http://________.blogspot.com", escribir el nombre del blog.
  6. Pulsar "comprobar disponibilidad" para comprobar que nadie se nos haya adelantado
  7. Por último, rellenar el resto de los datos y aceptar.


Ejemplo: porsanblaslacigüeñaverás.blogspot.com

Jean-Claude

Pont Neuf Cubierto (foto de Wikimedia Commons)

Acabo de enterarme de la defunción de Jean-Claude, la mitad de la pareja Christo y Jean Claude, conocidos, sobre todo, por su arte basado en telas. Quizá los recordéis por su actuación en el parlamento alemán, o por su proyecto The Doors, en Nueva York. "No envolvemos edificios: hacemos arte con tela", insistían este verano en la conferencia que dieron en el museo Wurth-La Rioja. A mi, que nunca me había interesado por estas cuestiones, me resultó muy didáctica su defensa de las instalaciones como arte efímero: "queremos que la gente acuda a ver algo que sólo suceda una vez en la vida". Claro que mucha gente no entendió el mensaje, porque se trataba de una conferencia en inglés y los auriculares traductores no llegaron a para todos.

Aquella conferencia me dejó un sabor agridulce; no sólo porque Christo perdió los nervios ante las preguntas, probablemente demasiado provincianas, de los asistentes; ni porque admitiera que, como artista que no desea recibir subvenciones, sólo hacía instalaciones en aquellos países donde compraban sus obras; sino también porque, según me contaron, decidió en el último momento cambiar su plan de viaje y dejar a la organización con el culo al aire. ¡Ay, estos artistas tan excéntricos...!

Sin embargo, una anécdota me hace recordar a Jean-Claude con cariño. Mientras hacía cola con mi hermana para que le firmaran el catálogo de la exposición, una mujer que estaba delante de mi, al enterarse de que sólo firmaban un catálogo por persona (medida lógica), me dio a mi uno para que se lo firmaran, diciéndome el nombre que tenían que poner: Marisa. Cuando llegué a la mesa y le dije el nombre a Jean Claude, me pilló: "¿Marisa? ¿De verdad que te llamas Marisa? ¿un chico?" Sonrió mientras yo me ruborizaba, y firmó el libro, que yo entregué a su dueña.

miércoles, 18 de noviembre de 2009

Últimamente estoy asistiendo a una paulatina degradación de mi personalidad. A pesar de mi edad, todavía joven, tengo lagunas mentales, mayores que en cualquier resaca, y la sensación constante de que ya no rijo.
Un ejemplo de esta situación es lo que yo podría denominar el caso del vaso: mientras contesto al teléfono, llego a la cocina, pongo la cena a calentar, cojo un vaso y me sirvo agua. Después de bebérmelo, me doy cuenta de que había un vaso vacío sobre la mesa, y sospecho que probablemente no hace demasiadas horas que bebí de él. Ya colgada la llamada y depositados ambos vasos en la mesa, me encamino al fregaplatos para coger los cubiertos. Lo abro, me dirijo de nuevo a la mesa, y entonces me doy cuenta de que lo que llevo en la mano no es un cubierto, sino un vaso que acabo de sacar del fregaplatos y llenar de agua. Peor aún, porque no me he dado cuenta de que llevaba un vaso hasta que lo he acercado a mis labios, lo que supone que tendré que volverlo a fregar. Después de fregarlo, abro de nuevo el fregaplatos, pero tengo que procurar concentrarme en coger los cubiertos... no vaya a ser que saque un cuarto vaso y lo llene de agua.

Libros adolescentes

Al hojear el libro, el adolescente tuvo una sensación de dejà vu. Siguiendo las reglas del género, el protagonista, amante de los libros, se refugiaba en un mundo de fantasía mientras todos sus amigos insistían en que estaba loco.

Tampoco faltaba la moralina, pero el autor había tenido la originalidad de hacer que el héroe estuviera a las puertas de la tercera edad, lo que cerraba las puertas a los conflictos escolares y las historias de drogas y sexo. Eso llevaba a caer irremediablemente (¡maldita pedagogía!) en los contenidos de historia y geografía, con prolijas explicaciones del narrador dirigidas a un público ignorante. ¡Otro que se creía Ken Follett!

Con un gesto de exasperación, volvió a dejar el Quijote en la estantería.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

El cuento del miércoles: Una partidita...

Para olvidar sus problemas, ha decidido echar una partidita en el ordenador. Construye minas, centrales eléctricas, industrias armamentísticas. Al cabo de un tiempo, tiene suficientes tropas como para lanzar una ofensiva contra el escurridizo enemigo, que crea núcleos de resistencia y se escabulle, edificando nuevas bases. Pero algo habrá hecho mal, pues, a pesar de sus esfuerzos, la contraofensiva es brutal: mina tras mina, central tras central, industria tras industria caen bajo el fuego enemigo. No se rinde: crea su guardia pretoriana, un ejército más potente. De repente, el presidente escucha tiros tras la puerta, y sabe que ha perdido.



(Con evidentes influencias de El juego de Ender y Juegos de Guerra)

lunes, 2 de noviembre de 2009

Badjoko: Yo fui un niño soldado

BADJOKO, Lucien; CLARENS, Katia: Yo fui un niño soldado, Barcelona, EntreLibros, 2006
169 páginas

ISBN: 84-96517-12-8
Género: Biografía.
Precio: 1 EUR (segunda mano, librería Riudavets, Madrid, 28014 Madrid)



No suelo ser aficionado a leer historias basadas en hechos reales, y menos cuando tienen, como en este caso, el objetivo de denunciar alguna situación. Mi horror a lo folletinesco, al amarillismo, a la lágima fácil y a la estética de telefilme suele prevenirme contra cualquier tentación de recalar en biografías como esta, memorias del protagonista de un hecho espantoso puestas negro sobre blanco por un (una, en este caso) profesional de la escritura.

Y, sin embargo, la historia de Badjoko me había resultado llamativa cuando la leí en algún periódico, hará unos años, y me siguió cautivando cuando, hace unos meses, volvieron a hablar de ella, no recuerdo a cuento de qué (y google tampoco me lo dice). El caso es que cuando a principios de octubre lo vi en Riudavets, no pude sino comprarlo. Al principio pensé en regalárselo a mi hermana, amante de libros similares, pero he terminado leyéndomelo... de un tirón.

Yo fui un niño soldado es un libro brevísimo y apasionante que recoge la intensa y peligrosa vida de Lucien, un muchacho congoleño de buena familia que, seducido por las películas de acción y una breve experiencia en un campamento Mai-Mai, decide enrolarse en la guerrilla multinacional que derrocó a Mobutu e instauró la República Democrática del Congo.
El libro comienza in medias res, a partir de la última escaramuza librada por el protagonista. A partir de ella, reflexiona sobre los pasos que le llevaron a alistarse, su vida como novato y luego como instructor, su llegada al frente, el avance de los rebeldes hasta Kinshasa, la vida despótica y triunfal de los kadogos, los niños soldado, en la capital y las luchas internas entre las distintas facciones que auparon a Kabila.
Hay episodios de tremenda violencia, como uno en el que los kadogos, siempre acompañados de las milicias tutsi, llegan a un poblado hutu y, después de acabar con toda resistencia, masacran a la población civil:

A mi lado estaba aquel soldado [...] estaba claro que no conocía el estilo de los tutsis, pues durante la masacre lo vi agitarse y jurar para sus adentros. ¿De dónde había salido? ¿Acaso no había recibido instrucción? Al cabo de poco no pudo más y se rebeló

—¿por qué matamos inocentes? ¡Sólo buscábamos militares!

Me dio lástima; sabía que iba a meterse en un lío muy serio. Un cabo primero tutsi se acercó a nosotros, sacó una pistola y le disparó un tiro en la cabeza



A lo largo del libro queda claro que Lucien no es ningún angelito. No duda en golpear, engañar, violar o mutilar. Y, aunque se nos ha narrado el brutal proceso de instrucción mediante el cual los ruandeses han despertado los instintos asesinos de los niños-soldado, algo nos hace sospechar que hay algo más. Lucien nos da una clave: los niños no conocen lo que es la muerte, y por tanto no respetan la vida. "Yo iba a la guerra como quien va a la escuela".

Y, sin embargo, él se da cuenta de que es un superviviente rodeado de cadáveres: su compañero de colegio, muerto durante la instrucción; de sus compañeros de armas; de su comandante, depurado por el régimen... Y, sobre todo del resto de los kadogos, que, a diferencia de él, no han tenido una educación que les permita ganarse la vida sin recurrir a las armas.

domingo, 1 de noviembre de 2009

Como siempre, tarde...

Como siempre, después de llevar desde septiembre con una historia rondando en la cabeza y pensando que esta vez comenzaría a escribirla antes del nanowrimo, fuera de concurso, ha llegado noviembre y sigo sin haber escrito ni una línea.

Y lo que es peor: a estas alturas, ya se me ha olvidado lo que pensaba escribir...