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lunes, 8 de junio de 2009

Marcel Schwob: El libro de Monelle y La cruzada de los niños

SCHWOB, Marcel: El libro de Monelle, Buenos Aires, Argonauta, 1974
144 páginas
Género: Cuento.
Precio: 14,02 US$ (librería El Pez Volador, Córdoba, AR, vía Abebooks)


SCHWOB, Marcel: La Cruzada de los Niños y otros relatos, Barcelona, Obelisco, 1990
ISBN: 84-7720-161-7
87 páginas
Género: Histórico / Fantasía.
Precio: 8,41 US$ (librería Biblos, Málaga, ES, vía Abebooks)


No sé si en este blog he llegado a comentar Vidas imaginarias, un delicioso libro de Schwob en el que están inspiradas mis Cartas del Vampiro. El caso es que el autor francés me sorpendió y me quedé con las ganas de leer algo más de él, pero no llegué a buscar en internet un listado de sus obras.

Varios años después, me he encontrado con un poema sobre el autor, escrito por Luis Alberto de Cuenca, en que se citaban sus amores con Louise, origen del libro de Monelle. Leyéndolo, decidí rastrear en Abebooks (una empresa que ofrece servicios de venta por internet a los libreros de viejo) la obra del autor, y me compré El libro de Monelle, en edición argentina, y una edición de La cruzada de los niños realizada por una editorial especializada en ocultismo y fantasía.

El primero de los dos libros que leí es La cruzada de los niños, que contiene, además del relato que le da título, otros cinco: "El rey de la máscara de oro", una parábola sobre la búsqueda de la verdad; "el incendio terrestre", una historia poética sobre el amor entre dos niños; "Las embalsamadoras", un cuento de terror; "La máquina de hablar", una especie de fábula sobre la ciencia; y "La ciudad dormida", un relato fantástico que de alguna manera me recuerda a Borges.

El lector accede a la historia de la cruzada a través de los relatos de personajes variopintos de la edad media: ciegos, clérigos, papas, historiadores y los propios protagonistas; resulta todo un ejercicio de perspectivismo, y a la vez recuerda a Vidas imaginarias por la selección de los personajes. Así el leproso:

Puesto que el Señor no ha querido dármelo, tengo avidez de tomar lo que me pertenece. He aquí por qué aceché a los niños que descendían del país de Vendôme hacia este bosque del Loira. Tenían cruces y estaban sometidos a Él. Sus cuerpos eran Su cuerpo y Él no me ha hecho parte de su cuerpo. Me rodea en la tierra una condenación pálida. Aceché, para chupar en el cuello de uno de sus hijos sangre inocente. Et caro nova fiet in die iræ. El día del terror será nueva mi carne.


Si en La cruzada de los niños se habla del hombre a través de la aventura inverosímil (¡pero verdadera!) de aquellos inocentes lunáticos que perecieron en su camino a Tierra Santa, El libro de Monelle es una reivindicación de la inocencia a través de la figura purificadora (y nihilista) de Monelle y de sus viciosas hermanas: la egoísta que manda a su novio a buscar cangrejos en una noche de tormenta; la voluptuosa, que juega a que su novio sea Barba Azul; la perversa Magda, que niega el alimento al pobre; la desilusionada Mahot, que busca las selvas del sur en el mediodía de Francia; la salvaje amiga de Bûchette; Jeanie, la enamorada fiel, que se pierde en la busca de su novio; Ilsée, predestinada a tener celos de sí misma; Marjolaine la soñadora, que tiene tan vacío el cerebro como la despensa; Cice, la complacida en la desgracia; la princesa Morgana, la insensible, amiga de la sangre; y Lily, la sacrificada, que vuelve a su tierra después de vagar en busca de un remedio innecesario.

En todas ellas hay un aspecto de la personalidad de Monelle: una personalidad que se nos presenta desde las primeras páginas, a través de una especie de prólogo titulado "Palabras de Monelle":
Tengo piedad de ti, tengo piedad de ti, tengo piedad de ti, mi amado.
Sin embargo, volveré al seno de la noche; pues es necesario que me pierdas, antes de volverme a encontrar. Y si me encuentras, huiré de ti nuevamente.
Pues yo soy la que está sola

Pronto, este prólogo se convierte en manifiesto de una manera de concebir el mundo:
He aquí la palabra: Destruye, destruye. Destruye en ti mismo, destruye a tu alrededor. Haz lugar para tu alma y para las otras almas.


Si las palabras de Monelle combinan el aforismo, la sentencia y el deseo de epatar, el estilo de los cuentos adquiere tintes líricos, como en la aparición de la niña salvaje:
Cierta mañana de otoño en que las cimas del bosque estaban aún encendidas por la aurora, Bûchette vio que delante de la Becerra se estremecía un objeto verde: tenía brazos y piernas, y la cabeza parecía pertenecer a una niñita de la edad de Bûchette.


Y es que El libro de Monelle es una obra que pertenece antes al campo de la lírica que al de la narrativa. Sus narraciones están al servicio de la evocación, del recuerdo de esa Louise a la que el joven Schwob perdió en su juventud. Sus personajes son, como ellas, flores malditas de una venenosa fragilidad.

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