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viernes, 6 de octubre de 2006

La absurda manía de recurrir al diccionario

Últimamente, y quizá a partir de la apertura del sitio Web de la Academia, son cada vez más los plumíferos y chupatintas que adornan sus artículos con citas del diccionario. Vicio propio de la escolástica educación de abogados y otros humanistas, la cita definitoria se ha convertido, gracias a la incapacidad para distinguir diccionario de enciclopedia, en un molesto parásito que puebla los artículos periodísticos.
Así, por ejemplo, se ven artículos discutiendo la naturaleza del ácido bórico en base a la definición que de él da el Diccionario de la Real Academia, un diccionario que sólo pretende aclarar la acepción de la palabra, y no estudiar su referente. Y menos aún, dar todos los posibles usos del mismo. En caso contrario, ¿no se preguntarían por qué hay gente que estudia química?
Desde luego, si ese es el nivel intelectual de los periodistas, no me extraña que triunfe la blogosfera: sus fuentes son tan patéticas como las del periodismo de papel, pero, por lo menos, puedes dejarle un comentario al autor diciéndole que es un impresentable.

2 comentarios:

  1. Suele pasar que parece que lo que no está en el DRAE no existe y lo que sí está es lo único que vale.

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  2. Que tanto diccionarios como enciclopedias como llaves de tuercas no dejan de ser herramientas. No es mejor mecánico quien más llaves tiene, sino aquel que sabe encontrar la adecuada a la tuerca que ha de apretar. Pero incluso en este gremio he visto a algunos que se decían mecánicos, utilizar una llave del 12 para hacer palanca. Chapuzas, parece, hay en todos los oficios.

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