En los últimos días se ha hablado mucho del conflicto entre ley (escrita; social; en manos del estado) y moral (consuetudinaria; personal o social; en manos de diversos grupos sociales, que pueden actuar mediante el ostracismo o la rebelión).
Es curioso que, en el caso de Mahoma, un personaje histórico tan importante que la quinta parte de la población mundial mide su historia a partir de un acontecimiento de su vida, la ley permita que se le dibuje disfrazado de terrorista y que, en cambio, una asociación sin demasiada trascendencia fuera de los límites del estado español pueda ir por ahí clausurando webs cada vez que se siente mínimamente ofendida. Zapatero diría que la moral no ha de permitirnos ni lo uno ni lo otro, pero ya se sabe, la moral es voluble: Maquiavelo no defiende los mismos valores que Moisés.
Pero hay otros casos recientes que podrían habernos hecho pensar en esta disputa entre moral y ley. Así, los automóviles construidos a partir de vehículos destinados al desguace. Comprendo que dicha práctica es un fraude al estado (que pagó por su achatarramiento) y a los dueños de los vehículos originales (que no cobraron del desguace por su venta), pero... ¿no se trata de una práctica más limpia y útil para el tercer mundo que la usual venta o traslado de residuos peligrosos y material militar obsoleto (a veces ambas cosas a la vez)? A un ciudadano del tercer mundo, donde la moral impera sobre la ley, le parecerá una medida absurda. Y es que si comparamos un coche de hace 10 años con las reliquias que circulan por Cuba, quizá lleguemos a la conclusión de que no se trata de una práctica tan mala.
Por cierto, ¿qué contamina más, la reconstrucción o el achatarramiento y posterior manufactura? El achatarramiento consume grandes cantidades de energía en el alto horno; por otro lado, los materiales no metálicos no se pueden reciclar (la supuesta revalorización por quema no deja de ser una guarrada medioambiental y la fabricación de asfaltos tampoco arregla mucho las cosas, pues éstos también se pueden fabricar con residuos del petróleo). Esto me recuerda un ambicioso plan de Gallardón: prohibir la circulación por el centro de la ciudad de vehículos de más de 6 años.
Estupendo plan el de Gallardón: para no generar polución, propone que los residentes en el centro de Madrid (zona habitada, en general, por pensionistas, inmigrantes y gentes con pocos recursos) compren coches nuevos y achatarren los viejos. Otra política que a un ciudadano del tercer mundo le parecería descabellada.
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