Hoy estoy un poco bajo. Puede deberse a que este es el fin de semana maligno en que tengo que corregir las últimas cosas (miento: he dejado dos examencillos de lectura para el último día) y dejar las medias a falta de los retoques finales, o puede deberse al hecho de que, dos semanas después, he vuelto a resfriarme.
Llevo tres días levantándome con la garganta destrozada, y la cosa no parece mejorar. Hoy me he despertado varias veces a lo largo de la noche, y he dejado las sábanas completamente revueltas (para que os hagáis una idea: aunque la manta ha permanecido en su sitio, la parte inferior de la sábana estaba a la altura de mi cintura). Cuando ha sonado el despertador, supongo que a las siete de la mañana como todos los días, lo he apagado pensando: ¿SÓLO son las siete? Si no he abandonado el lecho ha sido por no coger más frío en el mundo exterior. A las nueve me he levantado, he hecho la cama y me he vuelto a meter en ella. Hacia las diez ya me era imposible seguir durmiendo, así que me he levantado, he preparado un desayuno opíparo (al menos para mí, que suelo sobrevivir con un par de magdalenas) y me he metido en la ducha sin dedicar tiempo, como haría cualquier otro fin de semana, a leer el periódico del día anterior sentado en un sillón en bata y zapatillas.
Y, en realidad, no ha hecho tanto frío estos días. Estoy convencido de que mi resfriado no se ha cultivado en las escasas horas que he pasado en la calle, completamente abrigado (el lunes llevaba dos camisetas interiores, una de ellas de manga larga), sino al frío de la noche. En mi casa la calefacción es fortísima durante el día, pero la temperatura baja muchísimo por la noche. Además, está esa política de las comunidades de vecinos: encender la calefacción a las once de la mañana, a una hora que a quienes los levantamos para ir al trabajo nos parece absurda (aunque comprendo que sería difícil ponerse de acuerdo: ¿encenderla un rato a las seis? ¿a las siete? ¿a las ocho?). Y está mi progenitor, que se levanta de madrugada a fumar a escondidas dejando ventanas abiertas.
Estos días he estado durmiendo con un edredón adicional encima de mi cama, pero creo que debería comprarme una manta bien gruesa y bien pesada.
En fin, saludos a todos los que me leáis, ya sea pasando frío desde el hemisferio boreal o calor desde el hemisferio austral. Y acordaos de rellenar la encuesta.
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