Esto he publicado en usenet (grupo es.humanidades.literatura):
YA nadie usa los maleteros en los Cercanías, te dices, mientras ves al muchacho dejando su bolsa en la rejilla. Es raro; normalmente, la mochila sirve para ocupar un asiento y crear así un hueco que te aísle del mundo. Ya nadie usa los maleteros. Es que es fácil dejarse las cosas; no te das cuenta, te bajas y...
¿Ves?, como le acaba de pasar a este chico, que se va a bajar, dejándose la cartera ahí arriba.
—¡Oye!
Pero ya es tarde; las puertas se cierran, hay demasiada gente entre los dos.
De repente, llega a tu cabeza un fragmento de esa novela que leíste hace poco, El péndulo de Foucault. Un viejo argumento, demasiado usado. El criminal que baja en la estación anterior, abandonando un maletín en su departamento.
Te dices: ¡es ridículo!; dices ¡inútil; ya lo intentaron!; pero miras esa mochila, y te dan ganas de abandonar, tú también, el vagón a su suerte.
Recuperas la cordura. Hay que ser sensato; es sólo una mochila, un mono, un bocata, quizá unos libros.
Y entonces, cuando al fin estás tranquilo,
todo estalla.
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