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sábado, 16 de octubre de 2021

Pérez Gallo: Los endemoniados de Yaguaramas

Portada de Los Endemoniados de Yaguaramas: representa el cadáver de un hombre negro. O al menos eso creo, porque soy daltónico y no distingo la sangre del barro en las fotos.
Pérez Gallo, Víctor Hugo: Los endemoniados de Yaguaramas. ¿Sevilla?*, Guantanamera, 2018. 141 págs. (*Sin depósito legal; la cuna que aparece es la de la empresa de servicios editoriales).
Precio:
13 euros
ISBN:
9788417104382* (no registrado en Base de Datos del ISBN español ni en el catálogo de la Biblioteca Nacional ni en la red REBECA)
Descriptores:
Ciencia Ficción - Ucronías - Cuba: historia (1875-1895)

Revisando mis elementos guardados de Twitter releí un artículo sobre afrofuturismo latinoamericano en el blog Libros Prohibidos y en él encontré esta microreseña:

«El cubano Víctor Hugo Pérez Gallo con su novela Los endemoniados de Yaguaramas propone una ucronía con toques de steampunk en la que Cuba se ha convertido en el país hegemónico del mundo, no se conoce la energía nuclear y utilizar combustibles fósiles es severa­mente castigado.»

Ante tal planteamiento, no pude sino invertir 13 euros en la compra de esta obrita que me ha sacado una sonrisa en ciertos momentos, me ha espantado en otros y me ha enseñado mucho sobre una parte de la historia de España y de Cuba sobre la que se suele pasar de puntillas en la península.

El planteamiento del libro es el siguiente: un maestro de escuela cubano escribe, en la década de 1895, su vida. Y al contárnosla nos dice que quien escribe esas líneas nació en 1979, casi cien años después. Los primeros capítulos se dedican a describir la vida en una Cuba ucrónica de finales del siglo XX, independizada en la guerra grande (1868-1878). Las hábiles maniobras políticas, económicas y diplomáticas de los sublevados convirtieron Cuba en un país moderno que poco a poco se convirtió en gran potencia mundial. Son muy interesantes las referencias a políticos cubanos, norteamericanos y europeos que toman decisiones contrarias a las que tomaron realmente, y despiertan en el lector las ansias de investigar sobre la historia de finales del siglo XIX y principios del XX para saciar su curiosidad.

Por otro lado, como en toda buena ucronía, hay una crítica en que se transparentan instituciones y grupos del mundo actual. Supongamos que los anarquistas se hubieran hecho con el poder, superando a los comunistas: ¿No habrían evolucionado a una especie de camisas pardas? ¿Y si los ludditas no hubiesen desaparecido a principios del siglo XIX, sino que su movimiento hubiera absorbido al socialismo naciente?

La segunda parte del libro cuenta cómo el protagonista es enviado al pasado con la misión de desmontar el mito histórico que sostiene al partido Anarquista en el poder. Se nos explica varias veces que nada de lo que pueda hacer cambiará el pasado, ya que el principio de consistencia de Novikov amortiguaría los efectos del posible cambio. Y, sin embargo, tras un relato muy detallado de la sanguinaria lucha de los demonios de Yaguaramas cuyo fanático líder es el protagonista, la historia de Cuba cambiará para ser la que conocemos hoy, excusa que finalmente habría explicado la publicación de esta obra como manuscrito encontrado.

El libro se lee de un tirón. Primero, por la sátira que destila el texto en sus capítulos iniciales. La imagen de computadoras-ábaco movidas a vapor, o de sociedades secretas que asesinan a los científicos que intentan buscar fuentes energéticas que desbanquen a al coque como fuente de energía son hallazgos memorables. Después, la abundancia de acción en los capítulos dedicados a la guerra nos mantiene atados al sillón, los ojos presos del libro. Hay algunas inconsistencias, eso sí: no existe el teléfono, pero existe la radio. Se habla continuamente de locomóviles, pero en un momento determinado irrumpe en escena un carro de policía con neumáticos de goma. Quizá sean pequeños despistes que pudieran haber arreglado unos lectores beta.

Porque lo malo del libro es que la edición es infame. Se han cuidado mucho la imagen de portada y la maquetación, pero han quedado errores en el uso de los signos de puntuación; faltas de concordancia que mezclan singular y plural, masculino y femenino; e incluso en la línea 13 de la página 102 se han pegado dos palabras al borrar parte del texto. Si añadimos a eso el hecho de que el ISBN no figure como registrado en ninguna base de datos, nos preguntamos qué trabajo ha hecho la empresa de servicios editoriales contratada por el autor o editorial.

Pero no dejen que lo expuesto en el párrafo anterior les quite las ganas de leer esta obrita que se lee con una mezcla de vértigo y maravilla y nos lleva a un momento en que, si la historia hubiera sido un poco diferente, quizá España no hubiera llegado a luchar nunca contra los Estados Unidos.

sábado, 9 de octubre de 2021

Re: Este 12 de octubre ¡descolonicémonos por los pueblos indígenas!

Estimados Sres.:
Vengo siguiendo a Survival International en las redes desde hace bastante tiempo, y como simple seguidor deseaba expresarles que me aflige su elección de la fecha del 12 de octubre para reivindicar la descolonización y el derecho de los indígenas no contactados. Ello es así por varias razones:
  • En primer lugar, la colonización no comenzó en 1492. Canarias, Madeira, Azores y otras islas azucareras, así como la costa africana fueron colonizadas antes. En Guatemala quedan mayas, pero ¿queda algún guanche en Canarias?
  • En segundo lugar, sin querer pretender (como a veces se hace) que la colonización española fuera inocente, no hay que perder la perspectiva de que fueron principalmente los criollos quienes abogaron por el exterminio de indígenas tanto en EEUU como en la América Latina.
  • Tampoco hay que olvidar que la figura del "buen salvaje" es un mito. Los propios aztecas ayudaron a Cortés a conquistar la ciudad de Tenochitlán, del mismo modo que franceses, españoles y británicos convencieron a los diversos pueblos nativos de la costa este de los actuales EEUU para que sirvieran a sus propósitos.
Quizá, mejor que recordar ese pasado lejano en que el derecho de gentes no existía, deberíamos recordar las matanzas perpetradas a partir de 1948, en que ya había un marco legal: la Declaración universal de los derechos humanos y la Convención internacional para la persecución del delito de genocidio. A pesar de ese marco legal, se arrojaron bombas atómicas sobre los polinesios, prosiguió la separación forzosa de los hijos de nativos en Canadá y Australia, se toleró el Apartheid, se dejó que grupos terroristas acabaran con la vida de indígenas en todo el cono Sur —con la inestimable ayuda de gobiernos que metían en el mismo saco a los guerrilleros y a sus víctimas— y un largo etcétera.

Atentamente,
José G. Moya Y.