- ISBN:
- 978-84-01-35248-5
- Descriptores:
- Viajes en el tiempo. Estados Unidos de Norteamérica (1958-1962). Ucronías. Universos paralelos.
Páginas especiales
lunes, 25 de abril de 2016
King: 22/11/63
Texto enviado al Museo de la Palabra
martes, 12 de abril de 2016
Ángel exterminador
Tarde de abulia. Un mensaje recibido esta tarde me ha quitado las pocas ganas de leer artículos científicos que tenía y, unido a lo desordenado de la comida, me ha postrado en el sofá, no sin antes echar una catastrófica partida de nethack mientras escuchaba el último capítulo del Quijote para un examen próximo.
Pongo la tele. La bazofia de siempre. Lo único salvable, una de esas películas predecibles y tristes que se hacían en la España de los cincuenta. Y eso me recuerda que la semana pasada, en parecidas circunstancias, acabé grabando El Ángel Exterminador, de Buñuel.
Confieso que lo miro al principio con poca atención y que me obligo a rebobinar (es un decir) para averiguar por qué los personajes, atrapados en uma casa, no pueden salir de ella.
Y ahí está la gracia del asunto: que nadie, ni ellos mismos, lo sabe. Les falta la voluntad necesaria para salir de ahí, igual que les faltó la noche anterior para abandonar la fiesta donde estaban. Pero una vez desesperados por salir, tampoco pueden..
Y es ahí donde esta película funciona como una fábula, aunque no creo que esa fuera la intención de su autor. ¿Cuántas veces no nos hemos visto atrapados en una situación en la que sabemos que nosotros mismos nos hemos tapiado la puerta, pero nos falta la capacidad, la voluntad fuerte, para salir de ahí? Luchar contra uno mismo. ¡Lucha terrible en la que sabes que o tú o tú saldrás perdiendo!
Y yo, como sigo el consejo de Sun Tzu de no librar batallas perdidas, me rindo a mi propia abulia, me meto en la cama, escribo estas pocas líneas y me pongo a escuchar un podcast. Aunque no sean ni siquiera las 21.30.
miércoles, 6 de abril de 2016
Amebas
También las amebas
se aburren de reproducirse por bipartición;
sin embargo,
es mucho más fácil en su hábitat natural
y evita exponerlas a las miradas malévolas
de otros microorganismos también carentes de ojos:
Si se encuentran dos amebas, tan iguales en su informidad,
¿qué tendrán que decirse?
Por eso se saludan uniendo sus pseudópodos,
se comentan aburridas lo tediosa que es la vida
y se van a sus casas, pensando
que lo intentaron al menos.
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Perdon por las posibles faltas, escribo desde un móvil...