La mala traducción, o el desconocimiento de los diferentes matices que una misma palabra tiene en distintas lenguas, es decir, la ignorancia, hacen su aparición diariamente en las noticias. Quienes traducen font por fuente o library por librería (caso memorable en El Mundo: crónica sobre la esposa de Bush visitando a la "librera" del congreso) abundan. También los hay que cometen errores similares en la lengua de Molière, pero lo que llama la atención de quienes meten la pata en la parla de Shakespeare es que casi todos ellos han estudiado inglés.
Esto lo digo porque me ha parecido escuchar (no tenía a mano un grabador con timeshift para asegurarme) que en los titulares del informativo vespertino de La Sexta llamaban "profesor de instituto" a un señor que aparecía haciendo el ganso (aunque no tanto, pues la cosa parece que le funciona) ante un anfiteatro sobre un fondo de al menos seis pizarras. Vaya, la cosa no parecía lo que en España (La Sexta, aunque participada por un importante capital latinoamericano, sigue teniendo como destinatario a un público español) llamamos instituto.
Cuando, diez minutos más tarde, la presentadora ha desarrollado la notica, diciendo que se trataba del (para mí, asimoviano) Instituto Tecnológico de Massachusetts, el (chomskiano) Emaití, el MIT en suma, ha quedado más que claro que no era un instituto cualquiera, sino el lugar donde alguien puede hacer el ganso a sus anchas porque, si lo hace, seguro que tiene una buena razón para hacerlo. Y no hablemos del talento, claro.
En España, la voz instituto, sin ningún calificador, se usa para referirse a los que en tiempos fueron de bachillerato y hoy de Enseñanza Secundaria. Es cierto que también son institutos los del CSIC y otras instituciones (generalmente académicas), pero al citar éstos siempre se menciona la especialidad correspondiente: Instituto de Astrofísica, Instituto de Estudios Madrileños, Instituto Clínico Forense, Instituto Armado (=Guardia Civil).
Del mismo modo que, cuando decimos un colegio de Madrid no nos referimos (normalmente) a un colegio mayor, ni al Colegio de Odontólogos... Y sin embargo a menudo vemos College traducido como Colegio.
Páginas especiales
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jueves, 31 de enero de 2008
miércoles, 30 de enero de 2008
Ese cansancio...
Salgo del trabajo después de un día no más horrible que el próximo. Me acerco al banco a dejar unos papeles en el buzón: el pequeño desvío implica hacer transbordo en la estación anterior a la que lleva a mi casa. Desfallecido de hambre y cansancio, me dispongo a recorrer el camino más corto a mi casa subiendo una pronunciada cuesta. No hay mal que por bien no venga: en la cima, ocupada por una plazoleta con un extraño pilón de diseño, se respira el inconfundible aroma del pan recién hecho. Descubro una panadería con muy buena pinta (normalmente voy por este camino a horas demasiado tempranas como para fijarse en esos detalles), y compro una barra de pan de la que quedarán tres cuartas partes cuando llegue a mi casa.
En casa lavo y corto pimientos verdes y rojos y unas zanahorias mientras voy reduciendo el volumen de la barra de pan; lo rehogo junto a un poco de cebolla congelada a la vez que descongelo la carne en el micro; añado un poco de agua y una gotita de ron y cierro la olla, olvidando, como siempre, la sal. Friego los cuchillos y la tabla y pelo unas patatas, que haré en dados al microondas. Pongo la mesa, espero impacientemente que transcurra el tiempo de cocción. Pero no paro un momento: me lavo las manos, saco el fregaplatos, limpio la encimera, me lavo por enésima vez las manos. Como a toda prisa. Recojo. Friego los platos y la olla. Arrincono la mesa. Paso el aspirador...
De repente, un dolor en mi pecho. El pulmón derecho me duele enormemente al respirar. Me encojo. Tengo que permanecer tranquilo. Venga, ya pasó. Miro la hora. Hay que salir pitando.
De nuevo al metro. Igual que ayer, el torniquete se resiste a aceptar mi billete. Sin embargo, en Laguna, el de la Renfe lo acepta. Salgo en Atocha. Llamo a mi hermana: no hay tanta prisa. De todos modos, voy andando a buen paso los 15 minutos hasta casa de mis padres. Cuando llego, estoy sudando. Y los pies, resentidos del cansancio.
Pero, por lo menos, puedo tirarme un cuarto de hora en un sillón. Después, esperar el autobús y llegar a la consulta del veterinario. Nos atienden relativamente rápido, pero cuando volvemos a casa de mis padres casi son las siete. Eso quiere decir que cuando, cargado con mi disco duro portátil y otro puñado de trastos suba corriendo las escaleras de Carpetana, serán casi las ocho. Y no tendré ya ánimos para corregir 20 exámenes.
¡Dios mío, si ni siquiera consigo hacer un resumen coherente que entregar mañana a los alumnos de pendientes! Y ya, conseguir la creatividad suficiente como para elegir 3 textos para que los trabajen en clase...
En fin, que mañana, para más inri, comienzo 45 minutos antes de la hora de entrada normal de los alumnos, y creo que me voy a ir ya a dormir, porque, en caso contrario, nunca conseguiré librarme de este insidioso resfriado.
Ni de ese cansancio que corroe mis huesos...
En casa lavo y corto pimientos verdes y rojos y unas zanahorias mientras voy reduciendo el volumen de la barra de pan; lo rehogo junto a un poco de cebolla congelada a la vez que descongelo la carne en el micro; añado un poco de agua y una gotita de ron y cierro la olla, olvidando, como siempre, la sal. Friego los cuchillos y la tabla y pelo unas patatas, que haré en dados al microondas. Pongo la mesa, espero impacientemente que transcurra el tiempo de cocción. Pero no paro un momento: me lavo las manos, saco el fregaplatos, limpio la encimera, me lavo por enésima vez las manos. Como a toda prisa. Recojo. Friego los platos y la olla. Arrincono la mesa. Paso el aspirador...
De repente, un dolor en mi pecho. El pulmón derecho me duele enormemente al respirar. Me encojo. Tengo que permanecer tranquilo. Venga, ya pasó. Miro la hora. Hay que salir pitando.
De nuevo al metro. Igual que ayer, el torniquete se resiste a aceptar mi billete. Sin embargo, en Laguna, el de la Renfe lo acepta. Salgo en Atocha. Llamo a mi hermana: no hay tanta prisa. De todos modos, voy andando a buen paso los 15 minutos hasta casa de mis padres. Cuando llego, estoy sudando. Y los pies, resentidos del cansancio.
Pero, por lo menos, puedo tirarme un cuarto de hora en un sillón. Después, esperar el autobús y llegar a la consulta del veterinario. Nos atienden relativamente rápido, pero cuando volvemos a casa de mis padres casi son las siete. Eso quiere decir que cuando, cargado con mi disco duro portátil y otro puñado de trastos suba corriendo las escaleras de Carpetana, serán casi las ocho. Y no tendré ya ánimos para corregir 20 exámenes.
¡Dios mío, si ni siquiera consigo hacer un resumen coherente que entregar mañana a los alumnos de pendientes! Y ya, conseguir la creatividad suficiente como para elegir 3 textos para que los trabajen en clase...
En fin, que mañana, para más inri, comienzo 45 minutos antes de la hora de entrada normal de los alumnos, y creo que me voy a ir ya a dormir, porque, en caso contrario, nunca conseguiré librarme de este insidioso resfriado.
Ni de ese cansancio que corroe mis huesos...
miércoles, 23 de enero de 2008
Algunas Preguntas Intrascendentes...
(Hoy, Ministerios de los Interiores)
- ¿Por qué mis amigos no sabían quién era Carla Bruni antes de que saliera con Sarko, y en cambio yo había oído sus canciones antes de enterarme de que había una especie de Corcuera —o Giuliani— aspirando al Elíseo?
- Si, como me han confirmado tanto agentes de policía como funcionarios municipales, las autoridades necesitan una orden judicial para consultar el censo, que a fin de cuentas es una base de datos pública, ¿por qué los guardias de tráfico pueden obtener datos de bases privadas, como los seguros, y datos sensibles como el historial médico (adicciones) con sólo enviar la matrícula de un vehículo?
- Si es cierto que el robo con fuerza se pena con uno a tres años de cárcel, y se suele resolver en libertad vigilada, ¿qué maravillosa fibra moral evita que todos tiremos abajo la puerta de nuestro vecino?
- ¿Por qué quienes hablan de la posible ilegalización de ANV de cara a las elecciones de Marzo, olvidan que los plazos del proceso que estipula la ley antes de la disolución son 8 +10 +20 +20 +20=78 días, menos de los que quedan hasta las elecciones?
jueves, 17 de enero de 2008
Esto sí que es un referrer
De vez en cuando os comento los referrer extraños que tiene mi blog. Últimamente, para evaluar el impacto de un comentario que he dejado en Barrapunto (no os diré en qué entrada para que no averiguéis con qué nombre estoy suscrito) decidí explorar los de mi otra página web, esa que procuro no enlazar desde aquí.
Y resulta que si se busca en google "como conectar con los poderes divinos", estoy entre las 10 primeras respuestas.
Menos mal que tengo excusa: se trata de un boceto de juego de rol (al juego en sí jugamos en mi pueblo algún verano, antes de que lo abandonase como hijo espurio de D&D, Mitos de Ctulhu y RuneQuest que era) en el que expongo un mundo en que realmente se puede conectar con tales poderes.
Por cierto, es posible que AHORA este blog también aparezca entre las primeras respuestas de google.
Y resulta que si se busca en google "como conectar con los poderes divinos", estoy entre las 10 primeras respuestas.
Menos mal que tengo excusa: se trata de un boceto de juego de rol (al juego en sí jugamos en mi pueblo algún verano, antes de que lo abandonase como hijo espurio de D&D, Mitos de Ctulhu y RuneQuest que era) en el que expongo un mundo en que realmente se puede conectar con tales poderes.
Por cierto, es posible que AHORA este blog también aparezca entre las primeras respuestas de google.
El "Isabela" en el Telediario...
En el telediario de mediodía de hoy he visto a los alumnos y profesores de IES "Isabel la Católica", con quienes compartí mis dos últimos años.
Aunque siempre es una alegría volver a ver viejas caras conocidas, la alegría ha quedado ligeramente empañada por un error de rotulación que ha ocultado el nombre del centro...
Aunque siempre es una alegría volver a ver viejas caras conocidas, la alegría ha quedado ligeramente empañada por un error de rotulación que ha ocultado el nombre del centro...
viernes, 11 de enero de 2008
Nuevo Himno.
Si los curas y frailes supieran
la paliza que les van a dar,
subirían al coro cantando:
"Libertad, libertad, libertad!"
Las líneas que preceden a la actual recogen un himno que, como la bandera del "pato", podría ser perfectamente calificado como "no oficial" o incluso "preconstitucional". Y estoy seguro de que nadie lo pondría en duda. Sin embargo, las mismas voces admiten para nuestro "chin, chin" (así se llamaba popularmente el Himno de Granaderos en los primeros años del siglo XX) una letra que no ha sido aprobada por ley orgánica, ni lo será, previsiblemente, hasta después de las elecciones generales.
¡Mierda de patria, vendida a la SGAE y al COE...!
la paliza que les van a dar,
subirían al coro cantando:
"Libertad, libertad, libertad!"
Las líneas que preceden a la actual recogen un himno que, como la bandera del "pato", podría ser perfectamente calificado como "no oficial" o incluso "preconstitucional". Y estoy seguro de que nadie lo pondría en duda. Sin embargo, las mismas voces admiten para nuestro "chin, chin" (así se llamaba popularmente el Himno de Granaderos en los primeros años del siglo XX) una letra que no ha sido aprobada por ley orgánica, ni lo será, previsiblemente, hasta después de las elecciones generales.
¡Mierda de patria, vendida a la SGAE y al COE...!
martes, 1 de enero de 2008
Verne, Nemo y otros.
Lo primero de todo, feliz año nuevo. Deseo que entréis en este nuevo año con mejor pie que en el anterior, que para mi no fue demasiado bueno, por lo menos en lo que a salud de mis allegados se refiere.
Pero hoy no voy a hablar de eso. He dedicado las vacaciones de navidad a releer a Verne, autor que me cautivaba cuando chaval y que no llegué a releer en el año del centenario, celebrado recientemente. Mi criterio para la relectura fue comenzar leyendo dos obras menores que tenía en un mismo tomo, y que no estaba realmente seguro de haber leído nunca: La casa de Vapor y Keraban el testarudo, parte de cuyo argumento conocía por una de esas versiones en cómic que la editorial Bruguera publicaba en la versión "Súper" de sus tebeos (no recuerdo si en Súper Mortadelo, Súper Pulgarcito, Súper Zipi y Zape o Bruguelandia). Otro día quizá os hable de su argumento; hoy me interesan más las siguientes obras que leí, las archiconocidas 20.000 Leguas de Viaje Submarino y La Isla Misteriosa.
Respecto de 20.000 Leguas de Viaje Submarino, me interesó especialmente el aspecto tecnológico. No recordaba yo que Nemo citara a los inventores de los diversos artilugios de su submarino, y de hecho estuve a punto de buscar en Wikipedia qué inventos de los citados eran reales. Llama la atención que el submarino sea eléctrico pero no produzca la electricidad mediante un generador (quizá Verne conociera que la masa de carbón y oxígeno necesaria para hacer funcionar un generador mediante una máquina de vapor hace inviable ese método; o quizá simplemente no se hubiera descubierto el generador eléctrico). Lo que hace Nemo es obtener sodio mediante el viejo sistema de calcinar madera o carbón, y utilizar este sodio para fabricar baterías. ¡Vaya tontería!, ¿verdad? Porque seguro que en la época se conocía ya la forma de extraer sodio de la sal, abundante en el agua de mar, mediante la electrólisis. Y una central térmica situada en una isla sería menos imposible que el submarino a vapor. De todas formas, el submarino completamente eléctrico fue imposible hasta el descubrimiento de la energía nuclear: no hay baterías que aguanten tantos días de navegación sin recargarse. Pero, claro, los submarinos clásicos usan las pesadas baterías recargables de plomo y ácido, mientras que Nemo usa las más ligeras de sodio y cinc.
Respecto de La Isla Misteriosa, me llamó la atención, desde el principio, la incoherencia cronológica con 20.000 leguas de viaje submarino. No quiero crear un spoiler, pero sabido es (venga, ¿quién no ha visto la película?) que un Nemo anciano y derrotado aparece en el final de este libro. Por eso saltaron todas mis alarmas cuando, en la primera página, leí la fecha en que se situaba la acción: 1865. En las primeras páginas de 20.000 leguas de viaje submarino, la fecha era un año posterior. Y lo más curioso de todo es que, en el final del libro, Verne cita de nuevo la fecha de 1866 como año en el que acogió al ballenero, al oceanógrafo y a su criado en su nave, para decir a continuación que desde esta fecha han transcurrido 16 años, de los cuales lleva 6 en la isla. Unas páginas antes, se hablaba del comienzo del año 1868.
¿Cómo es posible un error tan garrafal? ¿No se dio cuenta Verne de que estaba situando los acontecimientos en fechas demasiado cercanas? ¿O no quiso darse cuenta? Ya os he dicho que no me he documentado sobre el autor, pero todo tiene el aspecto de novela publicada por entregas y solucionada por el autor de la única manera que se le ocurrió: incluyendo al final de la misma a un personaje que, cronológicamente, no podía llevar seis años en la isla, pues había estado dando la vuelta al mundo entre 1866 y 1867.
En cualquier caso, consultaré ahora la wikipedia y todas las webs en que encuentre referencias a este "problema" y os daré una respuesta mejor cuando la tenga.
Pero hoy no voy a hablar de eso. He dedicado las vacaciones de navidad a releer a Verne, autor que me cautivaba cuando chaval y que no llegué a releer en el año del centenario, celebrado recientemente. Mi criterio para la relectura fue comenzar leyendo dos obras menores que tenía en un mismo tomo, y que no estaba realmente seguro de haber leído nunca: La casa de Vapor y Keraban el testarudo, parte de cuyo argumento conocía por una de esas versiones en cómic que la editorial Bruguera publicaba en la versión "Súper" de sus tebeos (no recuerdo si en Súper Mortadelo, Súper Pulgarcito, Súper Zipi y Zape o Bruguelandia). Otro día quizá os hable de su argumento; hoy me interesan más las siguientes obras que leí, las archiconocidas 20.000 Leguas de Viaje Submarino y La Isla Misteriosa.
Respecto de 20.000 Leguas de Viaje Submarino, me interesó especialmente el aspecto tecnológico. No recordaba yo que Nemo citara a los inventores de los diversos artilugios de su submarino, y de hecho estuve a punto de buscar en Wikipedia qué inventos de los citados eran reales. Llama la atención que el submarino sea eléctrico pero no produzca la electricidad mediante un generador (quizá Verne conociera que la masa de carbón y oxígeno necesaria para hacer funcionar un generador mediante una máquina de vapor hace inviable ese método; o quizá simplemente no se hubiera descubierto el generador eléctrico). Lo que hace Nemo es obtener sodio mediante el viejo sistema de calcinar madera o carbón, y utilizar este sodio para fabricar baterías. ¡Vaya tontería!, ¿verdad? Porque seguro que en la época se conocía ya la forma de extraer sodio de la sal, abundante en el agua de mar, mediante la electrólisis. Y una central térmica situada en una isla sería menos imposible que el submarino a vapor. De todas formas, el submarino completamente eléctrico fue imposible hasta el descubrimiento de la energía nuclear: no hay baterías que aguanten tantos días de navegación sin recargarse. Pero, claro, los submarinos clásicos usan las pesadas baterías recargables de plomo y ácido, mientras que Nemo usa las más ligeras de sodio y cinc.
Respecto de La Isla Misteriosa, me llamó la atención, desde el principio, la incoherencia cronológica con 20.000 leguas de viaje submarino. No quiero crear un spoiler, pero sabido es (venga, ¿quién no ha visto la película?) que un Nemo anciano y derrotado aparece en el final de este libro. Por eso saltaron todas mis alarmas cuando, en la primera página, leí la fecha en que se situaba la acción: 1865. En las primeras páginas de 20.000 leguas de viaje submarino, la fecha era un año posterior. Y lo más curioso de todo es que, en el final del libro, Verne cita de nuevo la fecha de 1866 como año en el que acogió al ballenero, al oceanógrafo y a su criado en su nave, para decir a continuación que desde esta fecha han transcurrido 16 años, de los cuales lleva 6 en la isla. Unas páginas antes, se hablaba del comienzo del año 1868.
¿Cómo es posible un error tan garrafal? ¿No se dio cuenta Verne de que estaba situando los acontecimientos en fechas demasiado cercanas? ¿O no quiso darse cuenta? Ya os he dicho que no me he documentado sobre el autor, pero todo tiene el aspecto de novela publicada por entregas y solucionada por el autor de la única manera que se le ocurrió: incluyendo al final de la misma a un personaje que, cronológicamente, no podía llevar seis años en la isla, pues había estado dando la vuelta al mundo entre 1866 y 1867.
En cualquier caso, consultaré ahora la wikipedia y todas las webs en que encuentre referencias a este "problema" y os daré una respuesta mejor cuando la tenga.