sábado, 24 de septiembre de 2016

Ursula K LeGuin: La mano izquierda de la oscuridad.

LeGUIN, Ursula K.: La mano izquierda de la oscuridad. Barcelona, Minotauro, 2000. 329 págs.
ISBN:
84-450-7387-7
Descriptores:
Ciencia ficción. Ficción sociológica

«Escribiré mi informe como si contara una historia pues me enseñaron siendo niño que la verdad nace de la imaginación...» Así comienza este libro, que adopta la forma de un informe del explorador Genly Ai sobre la posibilidad de unir el planeta Gueden a la Ecúmene formada por los humanos del universo conocido.

Gueden, llamado Invierno por los primeros exploradores, es habitado por humanos con una peculiaridad única en el universo: no hay género ni sexos fijos, los órganos sexuales y el deseo aparecen solamente, y de modo cambiante, cada veintiséis días, durante el período de estro (allí llamado kemmer). Esto ha producido una sociedad especial, sin tabúes sexuales (pues la mayor parte del tiempo carecen de deseo), sin división sexual del trabajo (puesto que todos pueden quedar embarazados), sin monogamia y con cierta tendencia a la matrilinealidad (reconocen a los hijos habidos en otros pero valoran más los «hijos de carne» por ellos paridos).

Además, las circunstancias biológicas y climatológicas del planeta han impedido el nacimiento del estado-nación capaz de librar guerras devastadoras (aunque son frecuentes las escaramuzas de saqueo), y de la aviación (no existen aves ni insectos voladores).

En la primera parte del libro hay un interesante análisis de dos sociedades hipotéticas: una monarquía premoderna basada en el concepto del honor y un sistema comunista (nunca es llamado así) que parece haber surgido espontáneamente de una mezcla de espíritu colaborativo innato, burocracia incipiente y paranoia. Sin embargo, lo más interesante del libro son los capítulos del último tercio de la obra, una larga travesía del protagonista a lo largo del círculo polar del planeta, durante la cual su hasta entonces observación participante devendrá en plena comprensión empática y amor.

El libro está lleno de reflexiones, y me gustaría entresacar unas cuantas:

"No, no hablo del amor, cuando me refiero al patriotismo. Hablo del miedo. El miedo del otro. Y las expresiones de ese miedo son políticas, no poéticas: odio, rivalidad, agresión." (Estraven a Genly Ai en los primeros capítulos. Aquí "político" tiene el sentido de fuerza ejercida sobre un grupo que le damos los antropólogos).

"-¿No entiende aún , Genry, por qué perfeccionamos y practicamos la profecía?
-No
-Para mostrar que no sirve de nada tener una respuesta cuando la pregunta está equivocada." (El tejedor Faxe a Genly Ai, explicando el concepto de nusud o ignorancia. Poco después dirá que "La ignorancia es el campo del pensamiento. Lo indemostrable es el campo de la acción").

"La luz es la mano izquierda de la oscuridad, y la oscuridad es la mano derecha de la luz. Las dos son una, vida y muerte, juntas como amantes en kemmer, como manos unidas, como el término y el camino." (Balada de Tormer. Muestra el concepto de complementariedad armónica básico en la sociedad del planeta, a través del mito del hombre unido a su sombra).

jueves, 22 de septiembre de 2016

Rosa triste

Bajo desde mi barrio hacia el río. Elijo como siempre el lado del cementerio. Al otro lado de la carretera, la acera del parque, barrida diariamente por los barrenderos o quizá cuidada por los viandantes. A este lado, tierra y gravilla sembrada de bolsas de plástico, botellas de agua, latas de cerveza y octavillas. Animalillos que no llego a ver corren bajo la hojarasca ocultándose de mí, sabandijas temerosas del depredador más peligroso. De repente ante mis pies aparece una rosa amarillenta marchita y fúnebre caída de algún ramo o traída por el aire desde un jardín silencioso y definitivo.

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Perdon por  las posibles faltas, escribo desde un móvil...

lunes, 19 de septiembre de 2016

Vuelven las bicicletas de reparto...

Vuelven las bicicletas de reparto, después de años enterradas en el mismo olvido en que yacen las carretillas de tendero y los motocarros. Vuelven con ínfulas y ya no son el vehículo del repartidor pobre, sino el transporte que proyecta una imagen de modernidad (¡quién lo hubiera dicho!) y de ecologismo.

Y yo me pregunto por qué ciertas empresas eligen el triciclo de toda la vida y otras unas estrambóticas bicicletas con alforjas rígidas. ¿Tendrá que ver con el peso? ¿Con el tamaño de la carga?

Un triciclo de caja frontal tiene mayor estabilidad a la hora de cargar con grandes pesos; sin embargo es difícil de maniobrar (parece que la dirección asistida no ha llegado a las bicicletas) y no se cuela entre el tráfico con la misma agilidad suicida que una delgada bicicleta. Se lo he visto usar a repartidores de comida.

Por su parte, una bicicleta con alforjas tiene gran maniobrabilidad y su centro de gravedad es casi tan bajo como en un triciclo de caja frontal; solo hace falta distribuir la carga de manera equilibrada. Quizá por eso la he visto usar a mensajeros.

Cualquiera de estas opciones supera ampliamente a la mochila, que puede machacar la espalda de un ciclista que adopte una postura ergonómicamente incorrecta. Y que, además, tiene su centro de gravedad más alto. Sin embargo, si el paquete es pequeño... quizá nos ahorre sacarlo de la bicicleta y meterlo en otra bolsa para subirlo dentro de un edificio.

A los ciclistas os pregunto: ¿qué creéis vosotros que es mejor, el triciclo de carga o la bicicleta con alforjas?

martes, 13 de septiembre de 2016

Primeras lluvias

Llega la lluvia como un punto y aparte,
como una promesa largo tiempo aguardada
O una espada que todavía no ha caído.
Llega primero de puntillas,
en un olor de ozono,
en un sirimiri apenas percibido
mas luego,  envalentonada,
se mece en brazos de vientos furiosos,
se vuelve tempestad, trueno, granizo
y después de asustarnos resbala en los cristales
tímida y triste,
despidiendo a este largo estío.

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Perdon por  las posibles faltas, escribo desde un móvil...

domingo, 4 de septiembre de 2016

Tricromia

Es una plaga evidente
y afecta a casi todo el mundo:
¡Lástima de trícromos!
Ellos nunca podrán contemplar
el color vinoso del vinoso Ponto
o el sorprendente brillo del castaño
sobre una cara pecosa:
Para nosotros, el rojo es un acento,
un barniz apenas percibido,
un ligero sabor a glutamato;
nunca una sal que aporta gusto propio.
Y cuando, agradecidos,
admiramos un verde anaranjado,
disfrutamos ese azulado rosa,
procuramos ocultar nuestro disfrute
a los trícromos convencidos
de su superioridad natural.