viernes, 14 de diciembre de 2012

«El objeto del Gobierno es la felicidad de la Nación, puesto que el fin de toda sociedad política no es otro que el bienestar de los individuos que la componen.» ¡Qué distinto el contenido de este artículo 13 de la —este marzo— tan celebrada Constitución de 1812, a las palabras recientes del ministro de justicia, según el cual gobernar es repartir dolor! ¿Tan japiflagüer es la «Pepa», que cree que todos debemos ser felices? ¿Tan lejos de las raíces utilitaristas del liberalismo se halla el «Pepe» que admite, clara y llanamente, ser falsa aquella afirmación del segundo párrafo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, según la cual la búsqueda de felicidad es un derecho otorgado al hombre por su Creador?
La afirmación de la Pepa, como la de la Declaración de Independencia de EEUU, debe ser vista a la luz de una concepción concreta del estado. La nación es un contrato entre los ciudadanos libres (que, todo hay que decirlo, no son sino una pequeña parte de la población). Este contrato tiene por objeto proteger los derechos «naturales» o «inalienables» de los ciudadanos (los pondré entre comillas, pues si fueran inalienables y naturales de verdad, nadie se hallaría en la necesidad de protegerlos): vida, libertad y búsqueda de felicidad. Es decir, la existencia del gobierno es un mal menor contra la anarquía, y por eso «se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados».
Por otra parte, esa búsqueda de la felicidad es el concepto básico del utilitarismo, que no es sino una forma refinada de paternalismo. Los gobernantes deben gobernar de la manera que haga más felices (o, en ciertas variantes, menos infelices) a más personas. El problema, evidentemente, está en qué es lo que se considera felicidad. La solución habitual es dejar este problema en manos de quienes objetivamente poseen los medios para ser más felices, es decir, un patriciado sabio, lo cual no es (moralmente) muy distinto de dejarlo en manos de un rey ilustrado.
Sin embargo, la idea del gobierno como búsqueda de felicidad no ha sido dejada de lado totalmente en el derecho moderno. Ahí está, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que contiene afirmaciones como la siguiente: «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud, el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica». Curiosamente, los estados suelen olvidar la existencia de estos derechos sociales, y su vinculación, a través del derecho a la felicidad, con los orígenes del pensamiento liberal.


Otra opinión sobre lo mismo: Constitución y derecho a la felicidad, en Paralelo 36.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Todo lo que sé
es que sigo ignorando
todo lo que importa.
Que he olvidado prestar atención a los detalles.
Que el bosque no me deja ver los árboles.
Que lo principal,
lo que todos conocen,
me resbala.
Y realmente no debería preocuparme,
pero esta torre de marfil se inclina,
y soy un estilita desequilibrado.
Sí, realmente debería desentenderme,
pero este decorado ya no es de cartón piedra,
y este mundo real rehúsa ser ficticio.
Lamento profundamente
conocer mis errores
y no ser capaz de enmendarlos,
pero también lamento
mi credulidad de antaño,
ese deseo de ser
civilizado.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Adios, terra, adios...

Para muchos ha sido la bestia parda de la burbuja puntocom española, pero para mi, desde que absorbió el servicio Teleline, Terra fue el hogar de mi primera página web.

Hoy miro por casualidad mis correos de Terra y encuentro que la página va a cerrar el 20 de diciembre. Así que mi página personal original se ha mudado a http://jgmoyay.apagada.com, gracias a la generosidad de alguien a quien conozco como a mí mismo.

Si queréis echarle un vistazo, no creo que encontréis grandes cosas. El hit número uno era quizá lo más viejo: un par de programas para codificar rot-13 y morse (no sé hasta qué punto fiable), y una calculadora para sumar, multiplicar o dividir cualquier base (me consta que poco fiable).

Adios, viejo Teleline, te echaré de menos. Eras lo único humanamente decente que le quedaba a Telefónica: un servicio que conseguí pagando, en aquellos tiempos en que la mera conexión era una sangría, pero que disfruté después durante años sin pagar un duro.


La fábula del conde bebedor

El conde bebedor quería organizar una fiesta, y no sabía cuánto vino comprar. Así que llamó a la princesa Ana, y le preguntó:
 —Princesa, princesa, ¿a tí el vino te embelesa?
 —No, conde bebedor. Las princesas toman mera agua de fresas.
Después llamó a la duquesa:
—Duquesa, duquesa, ¿en la orden de san Tomás profesa?
—No, conde bebedor. Las duquesas toman mera agua de fresas.
A continuación, llamó a la marquesa y le preguntó:
—Marquesa, marquesa, ¿tú bebes como una posesa?
—No, conde bebedor. Las marquesas toman mera agua de fresas.
Finalmente le preguntó a su mujer, la condesa:
—Condesa, condesa, ¿Empinas la bota bien tiesa?
—No, conde bebedor. Las condesas toman mera agua de fresas.
Así que el conde encogió sus hombros, encargó una buena provisión de agua de fresas y una pequeña botella de vino para él.
Pero el día de la fiesta nadie bebió agua de fresas, y el buen conde tuvo que mandar a toda prisa a los criados a las bodegas más próximas porque todos se quejaban de la falta de vino.
Moraleja: si haces una pregunta indiscreta, no esperes que te contesten con la verdad.

Pues bien, según ha llegado a mis oídos, a los sucesivos responsables ambientales de España les ha pasado como al conde: preguntaron a la industria cuánto contaminaba, para saber qué límites negociar en Europa. Nadie quiso quedar de contaminador ni de guarro, y todos dijeron que aquí la mierda era tan pura que olía a fresas.

Sin molestarse en comprobar la afirmación, o quizá sin medios para ello, el gobierno sacó pecho, se jactó de defender los límites más estrictos, y luego, al llegar el momento en que por fin debíamos acatar aquellas normas negociadas desde la jactancia, la industria nacional se ha sentido como aquel que acude a una invitación en un restaurante de postín y luego comprende que ha de pagar su cubierto. No se pueden cumplir los límites de emisión, porque hemos propuesto unos límites inalcanzables. Y luego llegan las multas, las exigencias de actualizar tecnologías en plena crisis... Y es que si uno no quiere pillarse los dedos, es mejor que deje de jugar con la puerta.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Navegando por internet me he encontrado esto:

Artículo 29.  Prácticas agresivas por acoso.— 1.  Se considera desleal por agresivo realizar visitas en persona al domicilio del consumidor o usuario, ignorando sus peticiones para que el empresario o profesional abandone su casa o no vuelva a personarse en ella.
2.  Igualmente se reputa desleal realizar propuestas no deseadas y reiteradas por teléfono, fax, correo electrónico u otros medios de comunicación a distancia, salvo en las circunstancias y en la medida en que esté justificado legalmente para hacer cumplir una obligación contractual.
El empresario o profesional deberá utilizar en estas comunicaciones sistemas que le permitan al consumidor dejar constancia de su oposición a seguir recibiendo propuestas comerciales de dicho empresario o profesional.
Para que el consumidor o usuario pueda ejercer su derecho a manifestar su oposición a recibir propuestas comerciales no deseadas, cuando éstas se realicen por vía telefónica, las llamadas deberán realizarse desde un número de teléfono identificable.
Este supuesto se entenderá sin perjuicio de lo establecido en la normativa vigente sobre protección de datos personales, servicios de la sociedad de la información, telecomunicaciones y contratación a distancia con los consumidores o usuarios, incluida la contratación a distancia de servicios financieros.

El caso es que en 2009, cuando se introdujo en esa ley esta modificación, se publicitó bastante eso de que las llamadas de telemárketing tenían que proceder de números identificables. Pero lo que no se nos dijo a los consumidores es que además de eso, en la propia llamada tenían que permitirnos dejar constancia de nuestro deseo de que no nos volviesen a llamar. Lo que implica que esos robots de llamada automática que todavía emplean ciertas empresas son ilegales, pues nunca nos han ofrecido la posibilidad de oponernos a futuras llamadas. Y lo mismo sucede con comunicaciones por correo electrónico como las de una conocida operadora, que no admiten respuesta y que además exigen al usuario conocer la clave con que se registró (algo muy complicado cuando alguien se registra usando nuestro correo electrónico pero la compañía telefónica nos pide su DNI en lugar del nuestro).

Además, a ninguno de nosotros se nos ocurriría llamar por nuestra cuenta al número de la empresa que nos acaba de llamar, ¿verdad? Pues bien, lo que se infiere del tercer párrafo del segundo apartado es que ese teléfono desde el que nos han llamado debería aceptar llamadas. Si no las acepta, también está vulnerando la ley.

En realidad esta ley no es demasiado útil para los consumidores, pues las "penalidades" a las que somete a un posible infractor son muy escasas (principalmente, la obligación de cesar en sus prácticas abusivas), aparentemente sin multa económica alguna a no ser que quien plantea la demanda sea un rival comercial (que haya dejado de ganar dinero por causa del demandado). Pero, por lo menos, ahí está el párrafo como idea de lo que le podemos decir al próximo comercial que nos llame.

Comienzo de algo

No todos, mas los más días de la semana, Eufrosio González abandona su domicilio a las 7:30 de la mañana. Está comprobado que enciende la luz de la escalera, cierra su puerta con dos vueltas de llave mientras la luz se apaga de nuevo, llama al ascensor y pulsa la tecla del portal. A continuación, gira a la derecha, conservando la acera hasta el final de la calle, y después gira a la izquierda, cruzando dos intersecciones muy próximas antes de llegar a la esquina de la cafetería.

Allí hay quien asegura que continúa hasta el ascensor del metro, mientras que otros afirman que cruza el semáforo para tomar las escaleras. En cualquier caso, le ocupa siempre un buen rato encontrar en su bolsillo el abono, extraer el cupón, introducirlo en la ranura del torno, atravesar éste con su cuerpo y recoger de nuevo el cupón que debe guardar con dificultad en su bolsillo. Por eso nunca hemos tenido la paciencia de averiguar qué hace a continuación.

Sin embargo, sabemos que es común que se le localice, cincuenta minutos más tarde, a cincuenta minutos de allí: exactamente, en otra boca de metro. Lugar a donde vuelve a acudir puntualmente a las dos treinta los miércoles y los jueves, pero donde no llega hasta las tres y veinte los lunes y martes; en ocasiones, los viernes tarda mucho más.

Quizá por ello su extraño comportamiento ha despertado la atención de su mujer. Que un individuo abandone el domicilio conyugal a las siete de la mañana girando con dos vueltas de llave podría tener un sentido protector, pero también --dice el psiquiatra de su esposa-- una evidente connotación de alejamiento. Respecto de la incapacidad para encontrar los orificios magnéticos en el momento más oportuno, no se nos ha comunicado una opinión profesional; empero, los comentarios a la puerta del metro son demasiado explícitos como para reproducirse en estas líneas.

Así que la familia política de Eufosio --por indicación de la suegra-- ha aunado esfuerzos con el fin de contratar un detective que compruebe el comportamiento del abnegado varón --"ese canijo", en palabras de doña Abelina--. Y esa va a ser la misión de quien esto escribe durante los próximos meses.

jueves, 15 de noviembre de 2012

De revivals y otros.

Están de moda los revivals. Lo han estado al menos desde 1967, en que el estreno de Bonnie & Clyde resucitó el estilo de los años 20 y 30 entre la generación de nuestros padres. Y sospecho que lo seguirán estando durante mucho tiempo, no se sabe si por hastío de lo actual, por falta de ideas nuevas o simplemente porque a todos los niños les gusta jugar de vez en cuando a vestirse como vistieron sus padres.

Y a menudo olvidamos que los revivals no son una mera recuperación de una época. Tienen sus propias reglas, que son las que impiden que quienes almacenamos en nuestra casa cientos de prendas de ropa obsoletas podamos sumarnos a esta tendencia sin necesidad de comprar cosas nuevas. No, ciertamente, el revival no está hecho para evitarnos compras innecesarias.

A pesar de mis exiguos conocimientos sobre la moda (que puede comprobar cualquiera que me haya visto en persona) he podido intuir unos cuantos de estos principios. Hélos aquí:

En moda, el revival no resucita la época, sino su espíritu: por ejemplo, el complemento ideal para una cazadora ochentera son unas zapatllas de tobillo alto de colores con la lengueta fuera (por ejemplo unas Sketchers), que están inspiradas por un lado en las Nike Air Jordan y por otro lado en las Reebok de aeróbic: es decir, se parecen a lo que se llevaba en los 80, pero en aquella época no existían.

Los revival llevan el nombre de una década, pero no abarcan la década entera. Así, después de "currarme" un atuendo año 1965 para una fiesta sesentera, me causó estupor comprobar que todos los asistentes vestían de 1969, en plan "verano del amor". Y hacían bien, porque en el imaginario popular los 60 no son la década en que Marilyn cantaba el "happy birthday, Mr President", sino la década del amor libre.

El revival asume que inventos, tendencias, modas llegan a todas partes al mismo tiempo, y esto no es así, especialmente en países de "frutos tardíos" como el nuestro. Por poner un ejemplo palmario, me causó indignación ver en una revista que citaban el ZX-Spectrum como moda en España en 1982, cuando en ese año todavía no se vendía en nuestro país (de hecho, aquí siguió vendiéndose por lo menos un año más el modelo anterior, el ZX-81). Del mismo modo, la ropa de muchos países del Este de Europa era en 1992 muy similar a la que se llevaba 10 años antes en Europa del Oeste.

Como diría Marx, el revival asume que la moda dominante es la moda de la clase dominante. Es decir, la gente que desea imitar el estilo de los 80 pretende vestir como vestía Madonna, no como los drogotas de su portal. Un ejemplo claro de esto es el sombrero fedora, puesto de moda tras la muerte de Michael Jackson. Cierto que lo lucían varios cantantes de pop de los años 80, tanto fuera como dentro de Espaa; sin embargo, ni en los 80 ni en los 90 era habitual ver jóvenes paseando con sombrero por la calle en España.

Al pensar en una época, nos centramos en la parte de esa época que ha muerto: así, en una lista de frases ochenteras que circula por la red no aparece por ninguna parte "guay", expresión típica ochentera ahora reservada para los niños; en cambio, aparecen muchas expresiones de los 70 que murieron en los 80 (por ejemplo, "chachi", expresión que yo siempre he asociado con mis tías dándome de merendar a mi llegada a Logroño en septiembre de 1979).

La última regla es que hacen falta al menos 20 años para que se produzca un revival (así, el primer revival de los 80 no comenzó hasta 2000), pero no se puede predecir cuándo se producirá (de los 90, sólo se han resucitado los Smileys, que en realidad son de 1988-89), ni cuánto durará. Así que estén preparados, puesto que puede que dentro de ocho años vuelvan, inesperadamente, los dosmiles

miércoles, 31 de octubre de 2012

Nueva versión de un viejo chiste

Juan injuria gravemente a Miguel. En cualquier otro lugar del mundo habría una pelea, pero en Frestugal son más civilizados. Miguel se encamina a la comisaría más próxima, rellena una instancia por cuadruplicado y a continuación compra una escopeta. Mientras tanto a Juan le llaman de comisaría, avisándole de la licencia concedida a su vecino. Hay que prevenir, se dice, y visita al comisario, que le expide otra licencia. Merece la pena además que Juan invierta algo de sus ahorros en contratar a Pedro, Ernesto y Leopoldo, que a su vez gestionarán sus permisos, no sea que tengan que balacear a alguien.

A Miguel le llegan entonces el aviso de que Juan, Pedro, Ernesto y Leopoldo amenazan su vida: contrata a Mario, Ignacio, Felipe, Venancio y Agustín. Entre llamada y llamada del comisario, la escalada de violencia llega a la contratación de cincuenta o más personas por bando, con sus correspondientes autorizaciones.

Finalmente, los dos rivales se encuentran. Cada cual aferra su escopeta con gesto sañudo y consulta el pequeño calendario de su reloj. Hace ya dos horas que expiraron sus permisos, pero todavía estarán en vigor los de sus acompañantes. Entonces, Pedro indica discretamente a Juan: mi turno termina en diez minutos. Con una mueca de asco, los rivales dejan a un lado las armas y se quitan las chaquetas. Para qué discutir, si al final siempre es mejor arreglarlo a hostias.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Presupuestos generales del estado

Toco en la orquesta del Titanic,
mas es difícil darse cuenta:
sobre los violines
cantan sirenas.
Pasos histéricos retumban en la pista,
un rag inesperado
hace saltar las notas de marfil.
En la araña tintinean lágrimas
y el champagne explota en chorros jubilosos
Del frío nos aíslan pesados cortinajes;
el arco del virtuoso
lanza chorros de fuego.
Nadie diría
que tras el terciopelo
aúllan sirenas.
Ignoro yo sus cantos,
como el faisán hierático,
como el mero de ojos vidriosos,
como el perrillo que Fifí olvidó en su camarote.
Pues mientras se celebra
el carnaval de la primera clase,
un alma caritativa me salvará de la chusma
que se agolpa, famélica, a las puertas.
Toco en la orquesta del Titanic:
Si no escucháis la música,
estamos muertos.

sábado, 13 de octubre de 2012

Nobel a destiempo

Una de las principales características de esos premios que se conceden a una trayectoria es que, por definición, siempre llegan tarde. Tanto que a menudo se ofrece el premio a quien ya ha demostrado que no lo merece.

Así sucede de vez en cuando en el Príncipe de Asturias, y así sucede también en el Nobel. Que la Unión Europea reciba el Nóbel de la Paz en 2012 es tan absurdo como lo hubiera sido que Arafat recibiese ese mismo premio no en 1994 —cuando lo recibió— sino diez años después, deshechos los sueños en el pacifismo palestino.

Pues no niego que la Unión haya merecido el Nobel. El momento más oportuno fue en 2005, al año siguiente de proclamarse la (luego difunta) Constitución Europea. También podría haberlo sido tras la entrada en circulación del Euro o mejor antes, en 1995, con la entrada en vigor del acuerdo de Schengen. Pero en los tiempos que corren no está el horno para bollos, ni la UE para premios.

Lo único digno de premio que ha hecho la unión en los últimos años ha sido tirar de las orejas a los diversos socios cada vez que trataban de implantar medidas racistas (recuérdese el «Enough is enough!» —«¡Basta ya!»— de la comisaria Viviane Reding al presidente francés). Pero durante el mismo período ha mostrado que es una institución sostenida por intereses mezquinos y transacciones con moneda política, lo que se ha puesto de manifiesto una y otra vez a lo largo de la crisis económica que viene durando cuatro años ya.

La política de abandono de la agricultura puesta en práctica en este mismo período por la Uunión Europea ha tenido mucho que ver también con la crisis alimentaria que ha provocado conflictos sangrientos en el norte de África, la costa mediterránea de Asia y Yemen. Es cierto que el origen de esta crisis está en el anuncio de la reducción de exportaciones de grano rusas, que hizo subir los precios en los mercados de futuros. Pero que un grupo de países decida reducir su nivel de autoabastecimiento ayuda a que en el resto suban los precios.

Muchos países de la Unión pertenecen a la OTAN, organización que en los últimos años ayudó, sí, a acabar con un dictador en Libia: pero lo hizo a su sangrienta y a la vez cobarde manera, bombardeando indiscriminadamente. Y cuando los refugiados lanzaron mensajes de socorro, los barcos de la OTAN, incluidos los pertenecientes a los países de la unión, desoyeron sus llamadas. Lo bueno de las misiones humanitarias, como sabemos desde la misión en Bosnia, es que uno puede desfazer virgos y fazer tuertos, y sigue siendo un caballero.

Tras la misión en Libia, se perdonó a este país la deuda —contraída en gran medida con Italia, pero también con Rusia y China—. En cambio, ¿qué hizo la Unión con los suyos? Abandonarlos a su propia suerte, o bien ofrecerles préstamos en condiciones draconianas y con unos mecanismos de control que para sí quisiera aquella humanitaria organización dirigida por Lucky Luciano.

Son muchas, pero que muchas meteduras de pata. La UE no tiene la Baraka de los árabes, ni el Mana de los polinesios, ni la Luck de los teutones. Más bien parece tener lo que los antropólogos llaman Witchcraft, Brujería y los castizos Gafe: esa capacidad indefinida para que le ocurran desgracias a todo el que te toca. Como saben los Azande, el gafe no tiene la culpa de ser gafe, ni puede impedirlo, pues lo es involuntariamente. Así que la única manera de acabar con el maleficio es acabar con el gafe.

Del mismo modo, la única manera de acabar con toda esta mierda —perdóneseme la palabra— que nos viene de Europa es acabar con la unión. O, por lo menos, ya que nos parecería brutal lo que Frazer nos contaba sobre el sacerdote de Diana en Nemi, jubilar a aquellos que han demostrado una y otra vez su incompetencia, en lugar de reelegirlos como hizo no hace mucho el Parlamento Europeo.

La unión hace la fuerza. Pero para eso tiene que ser unión, y no »merienda de negros«.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Sin paga, nadie paga

Sin paga, nadie paga. Dirección de Alberto Olivares. Obra original de Dario Fo adaptada por Carla Matteini. Reparto: Pablo Carbonell, María Isasi, Marina San José, Carlos Heredia e Israel Frías. Teatro Infanta Isabel. 13 € (oferta de Letsbonus, precio normal 22€). El teatro es el espectáculo que peor se publicita: la mitad de los anuncios van dirigidos a gente que ya conoce las obras en cuestión, y la otra mitad son tan cutres que desaniman a los posibles espectadores. Y esa es una de las cosas que ayudan a que las salas estén continuamente vacías, incluso en un momento en que ya no es tanta la diferencia de precio entre teatro y cine. Pasaba yo por la calle barquillo cuando vi el cartelón del Teatro Infanta Isabel. El título resultaba atractivo y me convencí por completo cuando vi, en la letra pequeña, que era una adaptación de la obra de Fo (corolario: de haber mantenido el título original, me habría convencido antes). La obra de Fo es una comedia de humor absurdo que comienza con un grupo de mujeres asaltando un supermercado y llevándose la comida sin pagar. Una de las mujeres se da cuenta, una vez llega a casa, de que su marido pondrá el grito en el cielo cuando descubra lo que ha hecho. Así que decide ocultarle todo, y ahí comienza el embrollo. La adaptación ha actualizado el texto para reflejar la crisis actual y lo ha adaptado a la situación española, con algunas referencias a los sucesos de los últimos años. Entre los pocos cambios que he detectado (suelo leer la obra todos los años con mis alumnos) están la reducción del número de policías y su sustitución por otros personajes, así como la adición de pantomimas que no están en el texto pero que el texto sin duda pide, como el "blues" que cantan Pablo Carbonell e Israel Frías. El reparto tiene una actuación magnífica, quizá sobreactuada por exigencias del guión. Los movimientos de los personajes no dan un respiro y el pobre espectador se ve continuamente incapaz de contener la carcajada, a pesar de la dura situación que viven los personajes. Pues eso es lo único malo de la obra: que el público se vaya a casa con la sensación de que la comedia negra no está en el escenario, sino en la vida real.

domingo, 16 de septiembre de 2012

África Clicable

Este año me toca la asignatura de Ámbito Sociolingüístico de 3º, lo que implica que tendré que repasarme la geografía (que no repaso desde que di un curso de compensatoria hace una docena de años).

Por eso se me ocurrió crear una pequeña aplicación que preguntase los nombres de una serie de accidentes geográficos africanos. Podría haber empleado un programa para pizarra digital, como ActivInspire, pero me pareció mucho más sencillo emplear Construct2, un programa gratuito de creación de juegos html2.

La aplicación todavía está en mantillas (no tengo tiempo para buscar sonidos gratuitos, probar tipografías, etcétera), y es incómoda de usar porque con el motor de "toque" de scirra es difícil simular el scroll de la pantalla. Pero la he subido a la web por si queréis echarle un vistazo, o por si alguien se anima y me pide el código fuente para crear una aplicación similar para la geografía española o europea.


Pulsad aquí para abrir África Clicable, un mapa interactivo de África.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Terror de la A a la Z: Sandra

Si viviera en el pueblo, Sandra podría ser la bruja local, esa anciana a la que los niños temen e insultan en secreto cuando la ven pasar con su cubo vacío camino de la fuente. Pero hace ya muchos años que Sandra decidió irse a la ciudad, y como estorbaba en casa de su hija y era un incordio en casa de su nuera, alguien tuvo la idea de llevarla a una residencia de ancianos, donde se vio obligada a abandonar su carácter huraño y hosco, hasta tal punto que el personal se ha acabado encariñando de ella, a pesar de su mal genio.

Una foto en la mesilla de noche muestra a tres mujeres jóvenes, y de vez en cuando alguien —no uno de sus hijos, pero quizás uno de sus nietos— le pregunta quién de las tres es ella, y quiénes son las otras dos. «Es una historia muy larga de contar», suele decir ella, y realmente lo es, así que no podemos entrar en detalles. Pero una de las mozas se parece a Dolores y la otra, quizás, a Filomena.

En la caja de los tesoros, esa que contiene los pocos objetos de valor que quiso legar a sus hijos y que estos rechazaron por ser de una pobreza miserable, hay una carta que no lleva el nombre de Sandra, y junto a ella debería haber, según la anciana, una pequeña medalla que se perdió por el camino. «Fue un drama. Estábamos tan acostumbradas a las novelas, que creímos vivir en una». Es difícil sacarle más palabras, pero en el tono se percibe un ligero sentimiento de culpa.

—¿Y de su marido? —le pregunta alguna vez el personal de la residencia. Pero del que fuera esposo de Sandra Sánchez no conserva su viuda fotografía alguna.

martes, 4 de septiembre de 2012

Terror de la A a la Z: Raúl

Raúl se cansa de esperar a Jacinta, así que, sin hacer caso a su hermana Olga, se levanta de la mesa y se encamina hacia la cocina, dando de camino una patada disimulada a Ken. El pasillo es relativamente largo para un niño como él, que todavía ha de ponerse de puntillas para girar las llaves de la luz, pero ofrece sin duda interesantes posibilidades: todas esas puertas de cuartos de los mayores que le está prohibido explorar. Delante de la habitación de su madre hay un charco, como si el perro de sus primos se hubiera orinado. Pero el color es distinto. Antes de que se agache a observarlo más detenidamente, aparece su madre. Su cara tiene un matiz extrañamente pálido.
—¿Dónde están tus hermanos?
—Jugando en la salita. ¿Vamos a merendar?
—Primero daremos un paseo. Os compraré un bollo por el camino. Ve a avisar a tus hermanos, y me esperáis en el portal.
Es muy probable que a Raúl le extrañe el lugar donde ha de esperar a su madre: ¿no sería más lógico que fuera ella a buscarles? Pero la perspectiva de comer un bollo es, sin duda, atractiva. Así que se da la vuelta y busca a sus hermanos:
—Mamá ha dicho que nos vistamos para dar un paseo, que nos comprará un bollo por el camino y que la esperamos en el portal.
—Pues tendríamos que recoger esto.
—Mamá no ha dicho nada de recoger.
—Entonces, ¿no hay que recoger? —tercia el menor de los hermanos.
—Si no recogéis, os arriesgáis a que entre Jacinta y lo pise todo.
La advertencia de Olga parece convencer a sus hermanos, que se afanan en guardar los juguetes, de cualquier manera, en una caja. Después, se dirigen en grupo a la entrada para ponerse los abrigos.
—¿Dónde está mamá?
—Ha dicho que la esperamos en el portal.
—Pero a ella no le gusta que estemos en el portal.
—Pues es lo que me ha dicho.
Olga, Raúl y Teo abren la pesada puerta de madera. Una mano infantil oprime el pulsador de la luz. El eco del relé se propaga por la escalera. Al segundo intento, una vaga luminiscencia amarilla permite distinguir los empinados escalones embaldosados que bajan hacia la oscuridad del portal.

jueves, 12 de julio de 2012

G. K. Chesterton: El candor del padre Brown.

CHESTERTON, G.K.: El candor del padre Brown, Madrid, El País, 2004
268 páginas
ISBN: 84-96246-77-9
Género: Narrativa Británica / Novela de detectives
Precio: 1€+periódico [oficial] (1 euro mercadillo Gandía 2012)



La colección de cuentos policíacos El candor del padre Brown es, junto con El hombre que fue jueves, una de las obras más conocidas de Chesterton. Suele ser un libro recomendado a los adolescentes, pero no sé hasta qué punto podrán estos disfrutar de las referencias religiosas e ideológicas que salpican por todas partes la figura de su protagonista, un curita enclenque, con cara de inocencia (de ahí el "candor" que se le atribuye en el título) pero que resulta un sabio conocedor de los entresijos del alma humana. A su lado, los franceses Valentin y Flambeau, a quienes el racionalismo y la lógica impiden comprender los motivos ocultos que impulsan al hombre hacia el mal.

Realmente no puedo decir cuál fue la idea del autor al crear este personaje. Como más conocedor de la literatura e historia española que de la británica, me resulta fascinante que se defienda el catolicismo de Brown a través de lo mismo que se utiliza para atacar el del Magistral de La Regenta: el polémico sacramento de la penitencia, que otorga a los católicos un perdón que es inalcanzable para los calvinistas (grupo atacado continuamente en esta colección de relatos), pero contamina el alma del sacerdote haciéndole conocedor de oscuros secretos. Para Chesterton, el catolicismo es perdón: Brown busca continuamente la contrición de los ladrones y asesinos, sin importarle excesivamente las leyes de los hombres.

En cuanto a la trama policiaca, normalmente el autor nos oculta toda la información necesaria (y en algún caso, como esa «habitación cerrada» que es el relato «el jardín secreto», llega a recordar los trucos más trapaceros de Agatha Christie), aunque en los últimos cuentos el autor juega limpio y deja que el lector reconstruya los hechos, así que quienes buscan en este tipo de lecturas un rompecabezas que armar se verán defraudados.

En cambio, brillan la pintura de ambientes, el retrato de tipos, la descripción de costumbres y la sátira social, que nos sumergen en la Gran Bretaña de finales del siglo XIX y comienzos del XX, un tiempo en que la complicada sencillez de este cura de aldea parece ya totalmente fuera de lugar, y precisamente por ello triunfa.

Mariolina Venezia: Hace mil años que estoy aquí

VENEZIA, Mariolina: Hace mil años que estoy aquí, Madrid, Gadir, 2007
336 páginas
ISBN: 84-935237-9-8
Género: Narrativa Italiana / Novela Histórica / Costumbrismo
Precio: 19,24€ [oficial] (2 euros mercadillo Schönstatt 2011)


Esta novela traza las andanzas de una familia del sureste italiano (ese sureste de grandiosas mansiones recubiertas de frescos y míseros hogares excavados en la roca) desde el comienzo de la unificación hasta la década de 1990. Tiene algo de mil y una noches, algo de novela histórica, algo de costumbrismo y, aunque ni la autora ni el redactor de la solapa lo confiesen, un nosequé de realismo mágico que comienza recordando a García Márquez (por ejemplo, en el episodio de la fuente de aceite con que comienza la obra) y acaba remitiendo a Isabel Allende.

La historia se estructura en torno a las diversas generaciones de la familia del personaje que cierra la novela, comenzando por un terrateniente que vive en pecado y continuando por sus hijas y nietas, pero saltando en cada momento a otras historias de cada época: el bandolerismo del siglo XIX, la emigración de comienzos del XX, la guerra mundial y las promesas incumplidas del gobierno, la represión fascista y los experimentos socialistas, el descubrimiento de riqueza en la Puglia que no revierte sobre la población, las migraciones interiores, la liberación sexual, los paraísos artificiales de la década de 1970, las ilusiones rotas, una y otra vez, por el choque entre las esperanzas y la realidad.

Parece ser, confiesa la autora, que hay mucho de memoria de su propia gente en el relato, y por eso el fondo costumbrista que ya se ha mencionado: se describe perfectamente qué se comía, cómo se vestía, cómo se hablaba, qué hacían o dejaban de hacer las mujeres en cada momento de la historia. Y ese es uno de los encantos de esta novela, que transporta al lector a un mundo donde comer todos los días era un lujo al alcance de pocos. Y lo hace sin caer en ese síndrome de los Picapiedra que tan a menudo lleva a los escritores a poner pensamientos actuales en mentes decimonónicas.

Pero quizá sea eso, también, lo que ha hecho que esta deliciosa obra pasara desapercibida entre tantas novelas históricas al uso.

Daniel Pennac: El dictador y la hamaca

PENNAC, Daniel: El dictador y la hamaca, Barcelona, Mondadori, 2003
316 páginas
ISBN: 84-397-1011-9
Género: Narrativa Francesa / Dictaduras / Viajes / Metaficción
Precio: 10,50€


Buscando un regalo para una amiga, tropecé hace un par de años esta novela de Pennac. Había leído ya Como una novela, regalo de una de mis jefas de departamento, y me había encantado; así que me lancé sobre este ejemplar. Quiso el azar, después, que no pudiera quedar con mi amiga, y el libro quedó guardado en un armario, donde lo encontré este verano al preparar mi maleta para la playa, y resutó buena elección, pues lo he devorado en un par de mañanas de sombrilla y cuatro tardes de siesta, aunque no pudiera ser, como el libro pide, en una hamaca, bajo la tórrida sombra de un porche, en las secas llanuras del sertão brasileño.

La anécdota del libro es simple: un dictador agorafóbico se hace suplantar por un doble. Pero de ese cabo tira Pennac y le salen numerosos ovillos: la historia del dictador, la del doble, la de la mujer que encuentra el cadáver del doble, la propia vida del narrador en el interior de Brasil, que se supone ha inspirado la historia... El propio Pennac define su historia como una novela de matrioshkas, en el sentido de que, sin acudir exactamente a la técnica del relato marco, al fabular sobre su fabulación el narrador va completando esos huecos que ha dejado previamente en el relato, de manera que esta nunca acaba de estar completa.

Y todo esto con un enfoque irónico marcado por el tiempo condicional, con el que el autor juega a que el lector juegue a creer en la realidad de sus personajes, y una serie de coincidencias sorprendentes y extravagantes, salpimentadas con retazos absurdos e inverosímiles de historia real.

Si como ensayista cautiva al lector, como narrador resulta Pennac un auténtico encantador de serpientes, un cuentista digno de los bazares de las mil y una noches.

jueves, 14 de junio de 2012

Ensalada Musical (propuesta de juego)

Que el verso más utilizado en español sea el octosílabo permite hacer muchos juegos.


Uno conocido desde antiguo es la llamada ensalada, poema creado mediante un refrito de versos procedentes de diversas fuentes.


Otro que quiero proponer ahora, y que no sé si alguien ha propuesto ya (forma parte de las ideas que aporté para la creación de un material de escritura creativa) es la ensalada musical, consistente en cantar una canción popular en octosílabos con la letra de otra. Ahí va una propuesta:

  1. Canten la letra de Asturias, patria querida con la melodía de Que dice la Pilarica que no quiere ser francesa.
  2. A continuación, entonen Que dice la Pilarica que no quiere ser francesa con la música de ¿Dónde vas, Alfonso XII?
  3. Seguidamente, canten ¿Dónde vas, Alfonso XII? como si fuera Estas son las mañanitas que cantaba el rey David.
  4. Para terminar, y si todavía no se han hecho un lío, finalicen con Estas son las mañanitas... al ritmo del Asturias, patria querida.

martes, 10 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Quirino

Quirino vuelve del campo con el tractor. Las pacas de paja rebosan del remolque, y quizá por eso avanza, pasito a pasito, por la carretera, orillándose con cuidado para dejar paso a los automovilistas que bajan a tomar sus cubatas en la capital.
Al pasar bajo los castaños que adornan la entrada al pueblo, uno de los fardos choca con las ramas y cae. El labriego, al verlo por el retrovisor, desciende del tractor y lo recoge. Es entonces cuando observa algo clavado en la paja. Parece una horquilla.

Quirino extrae la horquilla y se la echa al bolsillo. No olvida comentar el extraño hecho a sus compadres del bar.
—No he encontrado una aguja en un pajar, pero sí una horquilla en una paca de paja.

—Lo que me gustaría saber es de quién es. A ver, ¿quién de vosotros se ha llevado a una moza a Las Vistas? Aunque yo me iría a una huerta, que está más cerca...

Toda la parroquia ríe a carcajadas. La horquilla, a decir verdad, no es sino un trozo de hierro doblado, adorno efímero de una cabellera de mujer quién sabe cuánto tiempo atrás. Pero, con todo y con eso, el hombre de cara rugosa que ríe con los demás mientras toma su chato de vino ha visto en esa chuchería una señal de que su suerte ha cambiado. Así que distraídamente la toma y la vuelve a guardar en su bolsillo, como un secreto amuleto.

lunes, 9 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Paula

Paula está tumbada sobre la cama. El televisor suena a todo volumen, tapando los gritos de los niños. Sobre la mesilla, en un vaso, un sobre de ibuprofeno se deshace en una efervescencia sucia.
La ventana está abierta, a pesar del relente frío de esta noche de verano. Entran ráfagas que hacen que el cuerpo se estremezca. Paula se echa por encima el faldón de la colcha.
Se abre la puerta y deja ver un rayo de luz que la fuerza a abrir los ojos. Poniéndose la mano delante, se acerca a cerrarla. Duda un momento. En el suelo, hay una mancha oscura abriéndose paso hacia la habitación. Apaga la tele y, con un grito, llama a la criada.
—¡Jacinta!
Después de un momento de espera, Paula camina hacia la cocina. Será que busca la fregona. Pero el mocho, las bayetas y la lejía las está usando Jacinta, agachada entre un montón de tarros de conservas.
Aunque, a decir verdad, Jacinta está demasiado quieta.

domingo, 8 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Olga

Olga está esperando que le sirvan la merienda en la mesa camilla, en compañía de sus dos primos. La habitación está llena de juguetes esparcidos sin ton ni son sobre el parquet: el Lego de uno de los chicos se mezcla con los soldaditos del otro y la Barbie de la niña. Volcado en el suelo hay un coche rosa.
Olga ha debido de tener un mal día, y está impaciente por que la niñera, que hace un momento ha detenido una incipiente pelea diciéndoles que se sienten, vuelva con la merienda. Raúl grita:
—¡Jacinta, la merienda!

Pero Jacinta no llega. Así que Raúl se levanta y coge uno de sus tanques. Olga le recrimina, marisabidilla:

—¡En la mesa no se juega!

Con toda seguridad, Olga está deseando coger su muñeco Ken y utilizarlo para atacar a los soldados de Raúl, pero su conciencia de que —como mayor del grupo— debe dar ejemplo se lo impide. Teo, el más pequeño de los tres, no duda en agarrar el cochecito que ha construido hace un rato.

—Pues tú tienes un tanque, pero yo tengo un coche de carreras más rápido que tu tanque.

—Pues mi tanque es más lento, pero tiene un cañón.

De repente, les interrumpe la voz de Olga.

—¡Está vivo!

—¿Qué está vivo?

—¡Ken! ¡Mira...!

Pero los chicos no ven nada raro en ese muñeco que, paralizado de terror, se hace el muerto junto a su coche.

sábado, 7 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Nuria

Nuria vuelve del pueblo en su coche y llama a los niños para que la ayuden a descargarlo. Trae la compra de la semana: leche, tarritos para el niño, yogures, paquetes de pasta, fiambres, carne...

Su madre la recrimina: no era necesario que comprase nada, pues la casa ya está bien abastecida. Nuria insiste en que no van a bajar todos los días a comer al piso de su madre, porque los niños dan mucha lata. Pero doña Dolores no quiere ni oír hablar del tema.

Una pequeña procesión de niños y mayores con bolsas entre el coche y el zaguán se demora unos momentos. Luego, Nuria decide llevar su vehículo a la cochera, relativamente apartada de la puerta principal, mientras la abuela vigila a los nietos que van subiendo poco a poco la compra al primer piso de la casa.

Después de pelearse con la cerradura, abre la puerta de la cochera, vuelve a montarse en su auto y lo aparca dentro. Se ve una luz a la izquierda, en ese retrete que hace años que nadie usa, si no es para enchufar la manguera de lavar el coche. Nuria abre la puerta y descubre, colgando de una tubería, el cadáver de un perro que se balancea sobre la mugrienta taza.

Sobreponiéndose a la primera impresión, Nuria lo descuelga y comprueba si está vivo. Entonces, el perro se retuerce y muerde su mano. Después se aleja, tan asustado como ella.

viernes, 6 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Marcial

Marcial camina, como cada mañana, hacia la acequia. Atraviesa rápidamente la huerta de doña Dolores. Abre la compuerta que permite que pase agua hacia su finca, se echa un pitillo y, cuando estima que ya ha llegado suficiente agua a sus lechugas, tira el cigarrillo al suelo y se vuelve hacia su propiedad.

Hoy no está Doña Dolores en su balcón. Si lo estuviera, podemos sospechar que se quejaría amargamente del hortelano que no sólo abusa de su derecho de paso hacia la acequia, sino que además llena su jardín de colillas. Pero eso es sólo una suposición, así que lo único que sabemos es que Marcial mira los tomates de su vecina y, con un gesto de satisfacción, dice:

—Están llenos de pulgones. Se le van a echar a perder.

Después, ya en su huerto, comienza a quitar malas hierbas de una tabla en que tiene unos calabacines. Poco a poco, va cortando los tallos en que se han enredado los zarcillos del calabacín, y arrancando las campanillas o correhuelas que se han abrazado a ellos.

Un limaco se desliza lentamente sobre las anchas hojas del calabacín. El hortelano lo mata de un golpe certero de azada y aparta los restos. Entonces advierte que junto a la hoja luce algo dorado. Un medallón, parece. Lo limpia de tierra contra su mono y se lo guarda en el bolsillo.

Sobre la tierra sigue fluyendo, viscosa, la sangre del limaco.

jueves, 5 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Luna

Luna, un podenco pequeño de color negro con una mancha blanca en el ojo izquierdo, corretea alrededor del jardín perseguido por una manada de niños. Baja al huerto, cruza el césped del campo de futbito y salta entre los macizos de flores, esquivando hábilmente los rosales de aceradas espinas. Después, vuelve a bajar hacia el huerto.

Los muchachos le persiguen, le gritan, llaman su atención con palos y perucos que le muestran y lanzan luego lejos, para que vuelva con ellos en la boca. Después le acarician y se sientan —sólo por un momento— junto a la vieja Jacinta, que está contándole un cuento a la hermana más pequeña, casi tan pequeña como la prima Gema.

Así que Luna, que en alguna de sus carreras ha aventado un olor peculiar, se vuelve hacia el huerto y comienza a excavar. Truena Jacinta:

—¡Las tomateras!

Los niños corren al huerto, espantando al perro pero pisando las matas que Jacinta quería preservar, y vuelven a retomar su juego.

Luna persigue ramitas y frutas verdes, hasta que una de ellas la lleva de nuevo a la fuente del olor misterioso. Comprueba que Jacinta no está mirando y agita la arena con sus patitas, hasta encontrar un hueso reseco.

—¿De quién será? —dice uno de los niños.

—Seguro que es de un animal —dice su hermano mayor.

—¿Habrá más?

— ¡Quién sabe! Pero vamos a tapar el hoyo... Si mamá ve que Luna ha estado cavando en el sembrado...

Mirando con atención, bajo las hojas de la tomatera, se diría que algunas piedrecillas tienen el nacarado brillo de unos dientes.

miércoles, 4 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Ken

Ken avanza por la carretera en su deportivo rosa, gozando del espléndido día de primavera. La carretera, ancha y extensa, está pavimentada elegantemente en madera encerada que permite que las ruedas se deslicen con suavidad. Al acercarse a la autocaravana de su amada, Ken derrapa y hace un trompo. Abre la puerta y ella sube grácilmente. De ahí parten hacia nuevas aventuras.
Un ejército de pequeños tanques parece querer cortarles el camino. A pesar de la ventaja de tamaño, Ken recurre, como siempre, a la diplomacia. Su voz suena, curiosamente, como la de una niña.
—Aparta de ahí. Estás estorbando mi camino.
Pero el ejército minúsculo no se aparta, y Ken se ve obligado a salir del coche. Aprovechando el despiste, su novia es secuestrada a traición.
—¡Devuélvemela, es mía!
Alrededor de Ken comienza a resonar un auténtico terremoto. Los tanques, su coche, la autocaravana y el paisaje saltan y vuelan en diversas direcciones. Pero a Ken no le preocupa, porque algo ha despertado su curiosidad. En un resquicio del parquet brilla algo nacarado y esférico.
Ken tiene que cavar con sus propias manos, pues la pala rosa se ha quedado en el descapotable que yace volcado a una distancia considerable. Sus uñas de manicura perfecta se hunden en la oscuridad y extraen el fantástico botín: un pendiente.
Ken vuelve lentamente a su auto y, por el camino, se da cuenta de que todo yace muerto a su alrededor.
Aunque no mueve los labios, escucha en algún lugar su propia voz, que dice:
—¡Está vivo!

martes, 3 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Jacinta

Jacinta camina por el corredor con su vieja bata azul y sus zapatillas de felpa. Entra en la cocina —una habitación estrecha para cocina de pueblo pero amplia para cocina de ciudad, con la mesa de los desayunos, la cocina de butano con sus cuatro fogones, la pila de mármol en que se podría bañar un niño de tres años y las encimeras de obra con sus visillos de cuadros— y coloca al fuego un cazo de hervir leche, con su tubo al medio para que no se sobre. Después, busca en la despensa el Cola-Cao.

Pero en la despensa sólo hay un maremágnum de latas volcadas, tarros destrozados y cristales por el suelo. Jacinta sale de la cocina y vuelve a entrar armada de una escoba y una pala que hace las veces de recogedor. Va barriendo los cristales y colocando las latas, cajas de galletas, cartones de leche, tarros de vidrio, botes de plastico sobre una mesa cercana.

La leche comienza a sobrarse, a pesar del cazo de diseño específico.

—¡Rediós!

Tras apagar el fuego, Jacinta mira hacia uno y otro lado, como preguntándose si alguien la ha escuchado pronunciar tal blasfemia. Después, pasa una bayeta, la enjuaga en la pila y vuelve a su tarea.

—¡Jacinta, la merienda! — truena a lo lejos una voz infantil.

Pero Jacinta no le responde. Símplemente se echa la mano al pecho y boquea tratando de tomar aire, ahogándose como un pez fuera del agua.

En el desastre de la despensa, bajo los víveres que hacen escombro, asoma una mano humana.

lunes, 2 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Isidro

Isidro sale de su coche, aparcado de cualquier manera en la entrada del caserón, y se dirige hacia la puerta. Sube los tres escaloncitos que la elevan sobre el suelo y busca el timbre, un botoncito discreto situado a su derecha, a la altura de los ojos —Isidro mide un metro y sesenta y ocho centímetros, así que la altura de los ojos vienen a ser unos 160 centímetros sobre el suelo—. Mientras espera a poder pasar, abraza la cartera con gesto impaciente. Por fin se abre la puerta. Isidro da unos pasos hacia el interior, oscuro y misterioso. Nadie ha salido a recibirle, lo que quiere decir que la puerta se ha abierto sola. Así que ha de buscar a tientas el interruptor de la luz, que esta vez está 40 centímetros a la izquierda del marco de la puerta —a la derecha, según se sale— y 120 de altura.

Al pulsarlo suena un par de veces el péndulo relé del temporizador, hasta que por fin hace su trabajo y se ilumina el filamento de la bombilla —suspendida de un simple cable, el casquillo al aire— que alumbra la estancia. Se trata de una sala cuadrangular de unos 3 metros de lado, el suelo decorado con baldosas de gres que tratan de imitar un dibujo de gravilla. Una puerta en la esquina del fondo de la pared derecha y una escalera que asciende al frente le hacen dudar sobre el camino a seguir.

Abre su cartera. Extrae la carpetilla de cartulina. En la primera página, una dirección: Carretera de Rincón a Laguna, kilómetro 3, 1º.

Guarda los papeles en la carpetilla y almacena ésta en la cartera, que rodea con su brazo izquierdo. Con paso firme, se encamina hacia la escalera. Se ve subir al hombre, la parte superior de cuya figura comienza a recortarse cuando la escalera tuerce hacia la derecha. Finalmente desaparecen sus piernas, pero todavía se escuchan sus cansinos pasos.

La luz del zaguán se apaga. Se oyen el tantear de alguien que busca un interruptor. Se ilumina con luz débil la escalera. Otra vez los pasos de Isidro subiendo los escalones. Se vuelve a apagar la luz.

Alguien baja corriendo las escaleras, y otras pisadas parecen acompañarlas como un eco de las suyas. Resuena un par de portazos. Ruge el motor de un coche que después se aleja en la distancia.

Algo respira lentamente en la oscuridad.

domingo, 1 de abril de 2012

Terror de la A a la Z: Gema

Tumbada boca arriba, Gema probablemente observa el cielo azul y los aviones que revolotean piando junto a los aleros de la casa. También se encuentra en su campo visual el mirador, desde el que la abuela la vigila.
En cambio, le es más difícil ver a sus hermanos y primos, por más que correteen a su alrededor gritando y persiguiéndose.
Los niños, de repente, dejan de oírse. Contra el balcón se estrellan piedrecitas. La abuela deja un momento la costura.
—Guau, guau.
Una cara infantil mira a Gema.
—Ella también lo ha visto.
Pronto vuelven a sus juegos.
En el balcón, junto a la abuela, una joven vestida de negro contempla a los nietos de su hermana.

sábado, 31 de marzo de 2012

Terror de la A a la Z: Filomena

Filomena camina encorvada por el corredor. Su hermana le ha vuelto a decir que se retire al cuarto, donde debe permanecer todo el día. ¡Pero es tan oscura esa alcoba a la que sólo llega la luz a través de la puerta de vidrios! Filomena pasa despacio ante la puerta y no se atreve a entrar, pues ha sentido a alguien dentro. Así que prosigue por el pasillo, disimulando.

Poco después encuentra el cadáver horriblemente mutilado de un hombre. ¿Qué le habrá pasado? Aunque claramente muerto, el cuerpo está todavía caliente. Filomena busca alrededor hasta encontrar a Agustín, que se ha quedado cerca, dudando si alejarse por los corredores (¿hacia dónde?) o permanecer junto a su propio cadáver.

—¿Vas a quedarte ahí mirando?

Agustín mira a Filomena, extrañado de que ésta le vea.

—Sí, te digo a ti. ¿Cómo te llamas?

—Agustín.

—¿Y sabes lo que te ha pasado, Agustín?

—¿Estoy muerto?

—¡Claro que estás muerto! ¿Es que no ves tu cuerpo ahí en el suelo?

—Y entonces, ¿qué hago?

—Puedes quedarte conmigo...

Filomena hace una seña a Agustín, que después de un momento de duda la sigue hacia su alcoba. Comienza a sentirse, cada vez más cercano, el ruido de una bestia que mastica. Pero ahora Agustín no muestra miedo.

De alguna parte, Filomena saca una piedra y la lanza hacia adelante. Un aullido indica que la bestia ha soltado su presa.

viernes, 30 de marzo de 2012

Terror de la A a la Z: Eduardo

Eduardo se separó de Agustín diez metros atrás y ahora, al escuchar los gritos procedentes de aquella dirección, ha comenzado a correr con todas sus fuerzas. El pasillo es insospechadamente largo y se tuerce en una y otra dirección: izquierda, derecha, dos giros más a la izquierda, otro a la derecha, otros dos a la izquierda, otro a la derecha y nuevamente a la izquierda. Eduardo ha debido de recorrer unos cien metros dando quiebros a uno y otro lado y, de repente, se tropieza de frente con el cadáver de Agustín, el cuello desgarrado y las entrañas al aire. Eduardo contiene una arcada mientras observa las huellas de sangre que se alejan por el pasillo.

Después, da la vuelta y, lentamente, comienza a retroceder. Con el índice sobre su mano, recuerda los giros que ha dado y, comprendiendo quizá que ha vuelto al principio, abre una puerta —el marco de madera rodeando cuatro vidrios esmerilados— y con gran sigilo se introduce en el interior, cerrando tras él.

No enciende la luz, pues así puede ver cómo pasa ante él una siniestra y encorvada figura. Espera un rato y vuelve a abrir, saliendo silenciosamente en dirección contraria.

Es entonces cuando se da de manos a boca con el horror.

jueves, 29 de marzo de 2012

Terror de la A a la Z: Dolores

Dolores está sentada en la mecedora del mirador observando los niños que juegan en el jardín, mientras sus manos mueven mecánicamente las agujas de la calceta. Los niños corren y gritan, se esconden y se buscan, pisan los macizos de flores sin darse cuenta. Son niños. Pero lo que es intolerable es que lancen piedrecillas contra los cristales, aunque sean tan pequeñas que no puedan romperlos. Son cristales antiguos, con sus burbujas de aire y sus pequeñas ondas, y no sería lo mismo repararlos con vidrios comunes.
El caso es que los niños siguen tirándole piedrecillas, así que por fin se decide a levantar la pesada ventana de guillotina para preguntar qué quieren, pues es demasiado pronto para que reclamen la merienda, de la que, en cualquier caso, se debería ocupar su madre.
Y es en ese momento cuando nota, a su espalda, el aliento de alguien.
—¿Eres tú, Filomena?

Filomena, o quien sea, no responde; lo que no es óbice para que Dolores siga con su cháchara.

—Te he dicho que no salgas de la habitación. Se van a asustar los niños. Anda, vuélvete a la alcoba.

Filomena, si es que está ahí, permanece inmutable, sin dar signos de asentimiento u oposición. Y Dolores sigue haciendo calceta.

Tres vueltas después, los niños lanzan piedrecitas de nuevo.

—Anda, Filomena, ¿no ves que se asustan mis nietos? Míralos ahí, qué mocitos están hechos. A ti también te gusta verlos, ¿verdad que es eso? A mí también me hubiera gustado, claro que sí...

Pero algo ha debido de sentir Dolores, pues se da la vuelta y, con un grito, clava las agujas de coser en el aire.

—¡Tú no eres Filomena!

Y aunque ahora los niños que juegan en el jardín no han sentido ninguna presencia tras su abuela, la labor se tiñe con la sangre que gotea de las agujas...

Álvaro de la Riva Hengstenberg: Parásitos

Encontré por casualidad en ebay anuncios la oferta de Álvaro de la Riva diciendo que regalaba su novela Parásitos; ni corto ni perezoso, le escribí, y, poco después, ya estaba enganchado a su lectura.

No diré que sea el libro del año ni un clásico; pero es un soplo de aire fresco entre tanto best-seller histórico, tanta novela de vampiros y, sobre todo, entre tanta "lectura recomendada" de adolescentes lectores drogadictos lanzando hechizos mientras se enfrentan al racismo, la marginación social y su primer amor en la España del siglo XII como suelo tener que leer por motivos laborales.

Pero dejemos de hablar de otros libros y hablemos de este. Parásitos trata sobre un hombre fracasado al que se le ofrece la posibilidad de recuperar su vida investigando un caso OVNI. La obra está más cerca de la space opera que del hard sf, y más cerca de Eduardo Mendoza que de Rice Burroughs o Lovecraft, aunque su universo esté lleno de referencias a los mitos de Cthulhu. Y ese es precisamente el gran acierto de esta novela: el componente humorístico que impregna la peripecia, de cualquier otra manera trágica, de unos héroes que el lector sospecha abocados al fracaso desde las primeras páginas. El lenguaje empleado quizá peque de excesiva llaneza, pero rebosa frescura. Los personajes no son muchos, ni la introspección psicológica muy profunda, pero todos actúan motivados por su pasado. Y se agradece que, frente a lo habitual en la narrativa literaria o televisiva actual (estoy pensando en The Walking Dead), no haya diálogos que sobren destinados a dar una impresión de desarrollo de personalidad en personajes planos.

Léanla. Merece la pena.

miércoles, 28 de marzo de 2012

Terror de la A a la Z: Camilo

Camilo está escondido en la despensa, encerrado entre latas de tomate y conservas de pescado, y ha erigido entre su cuerpo y la puerta una muralla de bricks de leche y botes de coca-cola.
A su espalda está la pared, desnuda y fría, y a izquierda y derecha las baldas cargadas de paquetes de arroz, cajas de galletas, tarros de mermelada, salsas, sardinas, mejillones y berberechos. Un jamón cuelga del techo ante su cabeza, y en sus manos sujeta una ristra de chorizos que devora con nerviosismo.
Camilo respira agitadamente, y su mirada se dirige acá y allá, diríase que buscando algo. De repente, se escucha un golpe lejano, como de una puerta que se cierra. Otro portazo más cercano provoca en Camilo cierta agitación delatada por el movimiento de su pierna. Los estantes comienzan a oscilar y Camilo sujeta su pierna, que deja de moverse. Pero la balda sigue moviéndose cada vez más rápido y el resonar del cristal contra el cristal y el metal contra el metal va in crescendo, hasta que algunas latas comienzan a caer sobre Camilo, que se aparta en el último minuto antes de que un gran frasco de vidrio se estrelle sobre el suelo. A pesar de ello, algunos cristales se clavan en su piel y producen heridas de las que brota la sangre, que comienza a formar un charco que fluye bajo las deshecha montaña de víveres hacia la puerta.
Se oye un arañar y un golpear, y gañidos al otro lado de la puerta.

martes, 27 de marzo de 2012

Terror de la A a la Z: Benito

Benito apoya su oído sobre la puerta cerrada. No se escucha nada. Apoya la mano sobre el pomo y, con cuidado para evitar hacer ruido, la abre ligeramente. Mira por la rendija. De repente, aparta la cabeza, cierra la puerta y apoya su peso sobre ella.
Suenan golpes contra la puerta. El pomo gira a pesar de la mano de Benito. Más golpes. Repentinamente, todo cesa. Benito mira su mano, con la palma despellejada; pero sigue sujetando la puerta. Un golpe la abre de par en par, catapultándolo contra la pared de enfrente. Aunque no se ve nada en el pasillo, Benito, tirado en el suelo, abre los ojos de par en par y grita.

lunes, 26 de marzo de 2012

Terror de la A a la Z: Agustín

Agustín mira a izquierda y derecha. No ve ningún zombi. Entonces avanza unos 10 metros hasta la siguiente intersección. Por el corredor de la izquierda aparece una zarpa. La zarpa agarra la cabeza de Agustín. Rugidos y estertores. Agustín yace en el suelo.

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miércoles, 15 de febrero de 2012

Trucos tontos: crear un autorun.inf para detectar virus en pendrives.

Un método tonto para detectar virus que atacan unidades USB:

Si tienes que utilizar a menudo ordenadores compartidos por mucha gente y que no están actualizados, supongo que te preocupará el hecho de llevarte un virus de regalo a casa cada vez que usas un pendrive. Este es un pequeño truco para detectar fácilmente si tienes un virus, y por tanto poder tomar medidas antes de que tu ordenador de casa se contagie. (De todas formas, es muy aconsejable que deshabilites la opción autorun en las unidades USB de tu ordenador de casa... )

1) Crea en la raíz del usb una carpeta llamada Autorun

2) Con un programa de dibujo que sea capaz de grabar en formato ico, crea un icono personalizado a partir de una foto y guárdalo en formato ICO en una carpeta llamada \autorun en tu lápiz usb. En caso de necesidad, puedes ponerle la extensión ICO a un BMP de 32x32 puntos.

3) Activa en tu explorador de archivos la opción de ver archivos ocultos y de sistema (dependiendo de la versión, los pasos serán diferentes. En XP es algo así como Herramientas => Opciones de Carpeta => Marcar "Mostrar todos los archivos y carpetas ocultos" y desmarcar "Ocultar archivos protegidos del sistema operativo").

4) En la raíz del USB, crea o edita el archivo de texto autorun.inf (si ese archivo contiene alguna línea que haga referencia a un archivo .EXE, puede que tengas un problema).

5) Inserta la siguiente línea:
[AUTORUN]
ICON=\autorun\nombredetuicono.ico

(sustituye nombredetuicono por el nombre que le hayas dado a tu icono).

6) Graba el archivo (no olvides que si lo editaste con Notepad tienes que seleccionar "Todos los archivos" como "Tipo de archivo" para poder ponerle la extensión inf).

7) Dale los atributos "Oculto", "Sólo Lectura" y "Sistema" a la carpeta autorun y a los archivos que has guardado (clic derecho en tus archivos => Propiedades => marca "Oculto" y "Sólo Lectura"; para dar el atributo de sistema, es posible que tengas que emplear la consola de MS-DOS (CMD.EXE): el comando es attrib +HRS letra_unidad:autorun.inf).

A partir de ese momento, cada vez que introduzcas la unidad usb en un ordenador con windows, aparecerá tu icono personalizado. En caso de que no exista, es muy posible que hayas sido infectado por un virus.

Ten en cuenta que el hecho de que siga apareciendo tu icono personalizado no garantiza que no haya un virus en el ordenador; simplemente, indica que el virus no afecta a los usb, o que es suficientemente inteligente como para no eliminar tu icono personalizado.

martes, 31 de enero de 2012

Escalofriante la conversación con C. sobre S. El tema ha surgido con motivo de un suceso trágico presenciado por uno de los presentes, y entre bromas y veras ha surgido su afirmación. Todos hemos pensado en S. Pero parece ser que ella ha estado más cerca de lo que los demás hemos llegado a confesar. Lo más angustioso, su desapasionado análisis de las circunstancias. ¿Qué aparta a C. de S.? Parece que pocas cosas (personas). Cosas (personas) que podrían desaparecer cualquier día de estos.

El análisis anterior corrobora la opinión de J. (J. no soy yo, pero podría serlo; otro día trataremos más a fondo sus ideas sobre C. y lo que la rodea). Diremos ahora, como cortesía para el lector, que la opinión viene a estar relacionada con el mal karma (aunque J. no menciona ni por asomo el karma). Y, sin embargo...

Yo he estado razonablemente callado: no tanto como lo habitual, porque llevaba encima dos tercios de cerveza. Quizá he estado más cerca que C. de S., pero por motivos distintos, pues S. escapa, para mi, al análisis racional, y yo soy la persona más irracionalmente partidaria del racionalismo. Por eso, sólo me he acercado a S. por motivos irracionales que escapaban completamente a mi comprensión y voluntad. Aun así, he estado cerca.

Por otro lado, mi negatividad se acerca a la de C., aunque sea en una dirección completamente distinta (de hecho, es el único rasgo que comparto con C., y es una sorpresa que compartamos algún rasgo). ¿Quiere decir eso que, al igual que C., podría acabar algún día con S.?

lunes, 23 de enero de 2012

Nos encantaba escucharle. Su infancia en Calahorra, sua años de estudiante en Zaragoza, sus andanzas en Vitoria y, sobre todo, las historias de sus años mozos en las fiestas cameranas. Siempre quisimos recopilar sus anécdotas, pero, ¿quién las contaría como él? Por eso postergamos la tarea, hasta que ha sido demasiado tarde. Ahora ya no podremos volver a escucharlas de su boca. Aurelio se ha ido. Me lo han dicho esta mañana, cuando llamaba a mis padres para darme un recado. ¡Se fueron tantos este invierno! Y, sin embargo, esta noticia fue un mazazo.

Quizá porque no tuvo hijos, somos muchos los que nos sentimos sus nietos. Suyos y de la Blanqui, Edurne, inseparable pareja, que nos mostraba lo que podía ser un matrimonio bien avenido. No sé cómo será volver a Torrecilla y no verle. Será sentir un vacío, ese vacío que nos recuerda que los vivos caminamos a la muerte.

Descanse en paz.