viernes, 31 de diciembre de 2010

Prensa y Coherencia, esa dicotomía.

Del mismo modo que no tendríamos por qué elegir entre la hamburguesa y las patatas, entre el pan y el jamón serrano, entre el autobús y el asiento, tampoco deberíamos tener que elegir entre la prensa y la coherencia. Pero en lo que desde Larra hasta la transición ha venido en llamarse "este país", es difícil encontrar un diario coherente con sus propias afirmaciones.

En el último mes, en medio de esa furia legisladora que caracteriza el cierre del año (la ley orgánica de acompañamiento de los presupuestos, últimamente llamada de economía sostenible, es el embudo a través del cual se introducen anualmente las principales reformas de las normas existentes), se ha estrellado contra los muros parlamentarios la ley Sinde. Una norma que buena en sus intenciones, pero, sostenían los internautas, mala en cuanto a sus procedimientos.

Dejando aparte la disputa sobre si era necesario o no reformar por enésima vez en la década la ley de derechos de autor, merece la pena examinar la actitud de las líneas editoriales frente a la misma.

He de reconocer que no leo absolutamente toda la prensa española. Pero hasta prácticamente la mitad del año, La Razón, El Mundo, 20 minutos y ADN han estado disparando bajo la línea de flotación de la ley Sinde, concediendo más espacio a los argumentos de los internautas y menos a los de la Sgae. Irónicamente, para los mismos diarios que eliminaron el derecho de cita, para los mismos que acusan a Google de beneficiarse de los enlaces hacia sus webs, la actitud de las entidades de gestión era intolerable y causaba graves daños a los pequeños empresarios y a las telecos.

Y, de repente, todo cambia. A partir del verano empieza a concederse cierto espacio a los representantes de las entidades de gestión, si bien siempre equilibrado con el de los internautas. Se comienza a enviar un doble mensaje. Pero, hasta que no fracasa la ley Sinde, ningún diario se atreve a mostrarle su apoyo con grandes titulares.

Como en el caso de los grandes hombres, el reconocimiento llega tras la muerte.

No sé si la actitud de los diarios tiene que ver con alguna campaña de concienciación hacia la prensa lanzada por los autores o es que de repente los consejos de administración han llamado al orden a los redactores. Pero se ha perdido la ocasión de mostrar coherencia. Es cierto que (afortunadamente) la coherencia es un valor de izquierdas, y los diarios mencionados pertenecen a la derecha, cuando no a la reacción. Pero uno esperaría que sobre ciertos temas hubiera una línea editorial.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Pirámide mágica


Existen multitud de variantes del sudoku, y, después de haber visto los Triazzles se me ocurrió una nueva variante, que curiosamente nadie había considerado aún (a pesar de que existen otras cuatro variantes triangulares del sudoku: tridoku, trid, kropki y sudoku triangular).

Mi versión triangular del sudoku, que llamaré pirámide mágica, se limita a utilizar los números del 1 al 4, y a intentar colocarlos en un triángulo de 4 casillas de lado sin que se repitan en los diversos triángulos de lado 2 que éste contiene. He investigado un poco, y el número de pirámides mágicas posibles es 768, un número quizá demasiado grande, por lo que quizá tendría que hacer extensiva la regla a los triángulos internos de lado 3, aunque eso me obligaría a utilizar un conjunto mayor de cifras.

Para más información, podéis consultar este libro de excel que calcula todas las pirámides de lado 4 posibles, o este documento que describe el juego y el algoritmo que he empleado para resolverlo.

martes, 28 de diciembre de 2010

Tocayos en la red

Creía que ya había tratado en mi blog del tema de los tocayos en la red, pero tras una búsqueda rápida no lo he encontrado. Se trata de personas que comparten nuestro nombre, apellido o iniciales, y tienen por tanto una dirección de correo parecida a la nuestra. Tan parecida, que a menudo se confunden y dan nuestros datos a sus amigos.

Que nos llegue su publicidad es molesto, pero siempre podemos borrarla o clasificarla como basura. Pero cuando nos llegan correos personales o de negocios, surge en nosotros cierta angustia.

Fui uno de esos friquis que se apuntaron en su día al programa de prueba de gmail, y pude tener mi cuenta antes de que ninguno de mis amigos la tuviera. Gracias a ello, mi dirección de correo electrónico de gmail es mi nombre seguido de mi apellido, detrás de lo cual van la consabida arroba y el dominio. Fue una de las cosas de las que me sentí más orgulloso en una época en la que, la verdad, tenía casi tan pocas razones para sentirme orgulloso como ahora. Pero, con los años, me he dado cuenta de que es una estupidez, porque si hubiera tenido una cuenta más difícil quizá no hubieran coincidido tantos conmigo (O quizá sí: mi cuenta de hotmail, que aparece en el margen derecho, recibe innumerables mensajes de listas iraníes. Cada vez que me des-suscribo de una, alguien me suscribe a otra...).

Es tan simple mi cuenta que muchos se confunden, y me llegan sus extractos bancarios, sus billetes de avión, sus fotos familiares. En los últimos años, he recibido:
  • Una confirmación de reserva de un español en un hotel de España. Afortunadamente, conseguí que se pusiera en contacto conmigo para darle los datos de la reserva.
  • Un billete aéreo electrónico de un filipino. No conseguí contactar con él. Espero que pudiera tomar su vuelo... (Chicos: ¡¡imprimid siempre la confirmación, no esperéis a que os llegue el correíto, que esto os puede pasar a vosotros!!)
  • Un montón de presupuestos para diversas instalaciones en una propiedad de Chile, así como mensajes acerca de su contabilidad interna. En todos los casos contacté con quien los enviaba y les pedí que usaran otro medio para enviar sus mensajes
  • Fotos familiares. Las enviaba alguien al abuelo de sus hijos. Además de "rebotarlas" al remitente, conseguí averiguar la dirección del destinatario (un amable uruguayo) para pedirle que tuviera más cuidado al dar su dirección. También he recibido otros mensajes personales, como felicitaciones del día del padre (os juro que no era mi hija quien la envió). A veces, estas personas se equivocan y me invitan a facebook.
  • Extractos bancarios de dos bancos chilenos. Creo que pertenecen a la misma persona (aunque en uno de ellos aparece con algo parecido a un mote), y durante un tiempo sospeché que quizá coincidieran con mi otro tocayo, el de la empresa chilena antes mencionada. Me he des-suscrito dos o tres veces del primero, y ahora he comenzado a recibir extractos del segundo, del que tengo esperanzas de des-suscribirme gracias a que uno de los correos está enviado por una persona real.
  • Por último, mensajes dirigidos a miembros de grupos de trabajo universitarios (del tipo "encárgate tú de esta parte" o "no seas huevón, que hay que entregar mañana y no has hecho nada"). Destinados a tocayos estadounidenses y dominicanos. Siempre me causan la desazón de pensar que, como haría un estudiante español, se están enviando la noche antes de que acabe el plazo de entrega, y suelo rebotarlos sin muchas esperanzas.


No sé si mi comportamiento habitual será el más apropiado. Consiste en buscar datos personales en el mensaje y compararlos con mi lista de "tocayos conocidos", investigar direcciones alternativas en google o facebook, y componer un mensaje para el remitente advirtiendo que gmail no distingue entre abc@gmail.com y a.b.c@gmail.com. Quizá fuera mejor que dejase que esos mensajes se fueran a la papelera, sin notificación ninguna. De hecho, me consta que hay mucha gente a la que le gusta registrarse en los sitios con nombres genéricos como johnsmith@gmail.com, alejandrosanz@gmail.com o el mío. Pero me parece más oportuno advertir a quienes han dado una dirección incorrecta, no sea que algún día necesiten que les lleguen sus correos.

Hasta aquí os he soltado mi rollo. ¿Qué opináis vosotros?

jueves, 23 de diciembre de 2010

Llaves USB con forma de llave: problemas y soluciones

En las navidades pasadas, un grupo de alumnos vendió en nuestro instituto unas cuantas "llaves USB" o "lápices de memoria USB" con la original forma de llave (abajo, una foto en baja resolución). Varios profesores y alumnos las compramos por su original diseño, pero poco a poco descubrimos que tenían un pequeño problema que podría solucionarse fácilmente si entendíamos su causa.

Hace poco vi que estos aparatitos aparecían en la promociones de una aseguradora, así que puede que el número de afectados por su diseño se amplíe. Por eso creí conveniente escribir este pequeño artículo.

Estas llaves tienen un pequeño problema: Su clavija USB macho ("USB AM") no es estándar, pues, para hacerlas más ligeras, el extremo que se inserta no es rectangular, sino que se ha eliminado uno de los lados largos del rectángulo formando una expecie de U ancha. A causa de ello, no se sujetan adecuadamente en aquellas clavijas USB hembra ("USB AF") que permitan cierta holgura, o que estén colocadas con los contactos hacia arriba. El peso de la carcasa metálica empuja el "ojo" de la llave hacia abajo. Aprovechando la holgura, la llave se mueve, lo que resulta en un mal contacto de los elementos conductores.



Por tanto, a menudo surge alguno de estos problemas:
  • El ordenador no reconoce estas llaves USB
  • El ordenador detecta un cortocircuito al insertar la llave y se resetea para proteger el sistema


Existen dos soluciones fáciles para el problema:
Solución chapucera: Colocar un trozo de papel doblado u otro material no conductor en la holgura, de forma que la llave USB encaje firmemente.
Solución sofisticada: Utilizar un alargador USB (un cable con "USB AM" en un extemo y "USB AM" en el otro) para poder colocar nuestra llave USB sobre una mesa u otra superficie horizontal estable, de forma que no haya malos contactos debidos al peso.

Yo normalmente utilizo la solución 2, pero, si no os apetece tener que cargar con un cable de extensión USB, siempre podéis utilizar el método del papelito.

NOTA: Este truco os puede servir para otros aparatos USB que utilicen versiones más "ligeras" del enchufe USB plano. Sin embargo, casi todos los aparatos USB de ese tipo que conozco son tan pequeños que no se producen movimientos debidos al peso.

Identidad nacional...

En su libro Repensando el Multiculturalismo (Itsmo, 2005) Bhiku Parekh indica que un error común en muchas naciones es definir la identidad nacional refiriéndola a un único grupo, lo que causa problemas a la hora de integrar en el estado-nación a quienes pertenecen a otras etnias.
Esta identificación con un solo grupo puede ser explícita, describiendo la nación como la patria de cierto pueblo (por ejemplo, los casos del Estado de Israel o de las naciones Balcánicas) o implícita, asumiendo valores propios de uno de los pueblos que habitan en la nación (por ejemplo, al hablar de la India, Parekh indica que, aunque al elaborar la constitución se trató de evitar cualquier referencia a una etnia concreta, el lema de la india se extrajo de un pasaje literario hindú, y no de uno musulmán o sij).

La identificación de la nación con una única cultura genera cierta hostilidad en grupos de la población, que pueden crear su propio mito nacional a menudo basado en agravios históricos reales o imaginarios. Un mito nacional que, de nuevo, sería tan excluyente como el mito oficial.

La identidad nacional no se debe basar en valores, formas de pensar o sentimientos del grupo mayoritario, sino en una estructura política y otros puntos de acuerdo de toda, o casi toda, la población (no en tanto grupo sino en tanto individuos). Y en ese sentido resulta curioso cómo ciertos países son capaces de construir identidades capaces de englobar a distintos grupos. Los gestos de sabiduría política son útiles para mantener la cohesión del grupo en torno a valores que, en principio, parecerían difíciles de compartir. Así, Parekh menciona que el príncipe Carlos de Inglaterra reinterpretó la relación institucional del monarca con la religión en términos ecuménicos.

Parekh no da soluciones, sólo pistas y guías. Él mismo indica que es imposible llegar a respetar todas las reglas que formula. Sin embargo, me gustaría ser capaz de aplicar esas reglas a la formación de una identidad nacional en mi propio país. Abandonar los mitos regionales y autonómicos y crear una identidad de España en la que estén todos representados. Donde la variedad geográfica del país sea un valor en sí mismo, como querían, quizá cándidamente, los socialistas de los ochenta. Donde el uso la lengua nacional, el castellano, no suponga el desprecio de otras lenguas. Donde la geografía nacional no implique una apropiación de lo gallego, asturiano, cántabro, vasco, castellano, etcétera por el estado, sino un deseo de compartir con todo el país lo que nos une y nos diferencia.

Fuera de la geografía y de la lengua, hay muchas cosas que nos podrían unir. Por ejemplo, los valores constitucionales de la transición, que, sin embargo, han empezado últimamente a subastarse a la baja. Antes de dejar que se pierdan, o de que los pierdan por nosotros organismos supranacionales y corporaciones multinacionales interesadas en ello, podríamos tratar de recuperarlos.

Porque, si no, habremos conservado el estado español, pero habremos perdido España.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Preparando las navidades... más recortables.

El año pasado, en uno de mis especiales de Navidad, dediqué unas líneas a las páginas dedicadas a publicar recortables para imprimir, recortar y pegar. Recientemente descubrí que el fabricante de mi impresora, Canon, ha puesto a disposición de todos los internautas una página llena de proyectos de recortables, tarjetas de felicitación, adornos navideños y todo tipo de elementos para gastar tinta y papel en cantidades industriales. Así que si vais a tener que haceros cargo de un niño aburrido estas navidades, ya estáis visitándola.

Leyendo sobre teoría política... liberalismo.

Hasta que mis recientes estudios me hicieron acercarme a la lectura de teoría política, nunca tuve muy claro qué era el liberalismo. Sabía solamente las cuatro cosas claras que debía explicar a los alumnos en las horas dedicadas a historia de esa asignatura-comodín que es ASL. Y también sabía que, por alguna extraña razón, la derecha protegía encarnizadamente la libertad (sobre todo la libertad económica, como aquel personaje de Clarín para quien libertad era sinónimo exclusivo de librecambio) mientras se resistía a conceder cualquier otro derecho al hombre. Pero no sospechaba hasta qué punto era negativa esa teoría liberal sobre la libertad.

El progreso era antes progreso económico que humano; todos los hombres "eran creados iguales", pero ello no impedía la esclavitud del que se creía creado para servir, ni el robo de tierras del que se creía incapaz de cultivar su tierra (pues la cultivaba de modo no occidental). Las "verdades evidentes" de la constitución norteamericana cedían ante un racionalismo económico ciego que sostenía que había que favorecer a los más dotados para crear prosperidad.

Si los románticos hubieran leído más a Locke y Mill quizá huberan sido conscientes de que los crímenes en nombre de la libertad ni siquiera estaban justificados por sus fines. Quién sabe, quizá don Álvaro se hubiera despeñado antes, y don Juan no hubiese encontrado redención. No sé si es que ignoraron que el hombre que persigue la libertad es ambicioso, soberbio, individualista, sí; pero juicioso, calculador, astuto, y rechaza la violencia: no inicia una guerra si no es estrictamente necesario, y, aun cuando lo es, prefiere que sean otros los que manchen con sangre sus manos.

El espíritu de libertad que veo en Locke y Mill (según mis todavía reducidas lecturas) es el de lo que en la segunda mitad del XIX daría en denominarse un moderado: quizá coincida con las convicciones de un Martínez de la Rosa, que pasó del furor romántico de La Conjuración de Venecia (una obra, sin embargo, maquiavélica y moderada salvo por el fantasma del parricidio) al sillón ministerial más apropiado para sofocar revueltas.

Lo que he leído sobre las versiones modernas del liberalismo no me tranquiliza más. Parece que todas condenan a quienes son incapaces de compartir una serie de valores básicos de la ciudadanía a la occidental (que para algunos autores siguen siendo valores básicos humanos) y permiten la marginación por el propio bien de la sociedad.

El liberalismo dotó las sociedades modernas de un mecanismo relativamente más justo de gobierno, pero ha potenciado enormemente el individualismo. Ha reducido el poder del estado, pero ha permitido la creación de imperios comerciales y, por tanto, privados. Ha insistido sobre la necesidad de unir a los ciudadanos en una nación cohesionada para que se sientan dueños de la soberanía, pero no ha sabido dar respuesta a la diversidad cultural presente no sólo en el contacto entre naciones, sino dentro de cada nación misma.

El liberalismo es, como toda teoría política, una utopía irrealizable. Si en nombre de la libertad se han creado carnets de identidad, se ha llenado de cámaras las calles y los bolsillos de los ciudadanos, y se ha anulado parcialmente el derecho al secreto de las comunicaciones consagrado en la constitución, en nombre del individualismo se ha convertido un parlamento que debía representar a los ciudadanos en un terreno de juego para los lobbies que representan a las corporaciones, mientras la nación, el tercer pilar, se ha ido diluyendo dentro de un mundo donde los estados tienen muy poca fuerza.

Sigo esperando conocer alguna una teoría política y moral capaz de explicar y mejorar el mundo actual, aunque mis esperanzas son pocas. ¿Tan difícil es aunar la libertad individual con un sentimiento de solidaridad que consiga, por lo menos, cierto efecto profiláctico? ¿Una idea de bien que no admita la tiranía del estado ni de la religión, pero tampoco la del poder económico ni la de los medios de comunicación? ¿Una manera de pensar según la cual Gandhi o Teresa de Calcuta puedan ser consideradas personas buenas?

sábado, 11 de diciembre de 2010

Dos de literatura...

Por qué los jóvenes no leen
A través del portal de la UNED encuentro un programa reciente de Hora 25 que analiza por qué los jóvenes no leen. En ella, una profesora de la UNED y un profesor del I.E.S. "San Juan Bautista" discuten estrategias para hacer llegar el texto a los alumnos, así como los principales problemas:
  • La selección de textos, a veces obligada por el currículo.
  • La priorización de la búsqueda de información sobre la comprensión real o apropiación del texto, incluso en las pruebas de evaluación oficiales.
  • La exposición temprana de los alumnos a la historia de la literatura, incluso antes del estudio de los mismos períodos en la asignatura de historia.


Revista sobre microrrelatos
Buscando otra cosa, he encontrado una revista mexicana que se dedica a analizar cuentos y microcuentos; principalmente, estos últimos. Se llama El cuento en red y publica en línea. A pesar de mi horror a la lectura en pantalla, encuentro interesantes dos artículos que tratan de definir el género del microcuento: "Breve manual para reconocer minicuentos", de Violeta Rojo, y "Los estudios sobre minificción: Una teoría literaria en lengua española", de Zavala, Lauro.

EDICIÓN [28/12/2010]:
Poco después de escribir el artículo anterior encontré en una revista de la Uned otro artículo sobre teoría del microcuento: Francisco Álamo Felices: El microrrelato. Análisis, conformación y función de sus categorías narrativas, UNED. Revista Signa 19 (2010), págs. 161-180

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Estado de alerta

El estado de alarma será declarado por el Gobierno mediante decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de quince días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, reunido inmediatamente al efecto y sin cuya autorización no podrá ser prorrogado dicho plazo. El decreto determinará el ámbito territorial a que se extienden los efectos de la declaración.


Constitución Española, artículo 116.2


El Gobierno, en uso de las facultades que le otorga el artículo 116.2 de la Constitución podrá declarar el Estado de Alarma, en todo o parte del territorio nacional, cuando se produzca alguna de las siguientes alteraciones graves de la normalidad:

  1. Catástrofes, calamidades o desgracias públicas, tales como terremotos, inundaciones, incendios urbanos y forestales o accidentes de gran magnitud.
  2. Crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contaminación graves.
  3. Paralización de servicios públicos esenciales para la comunidad, cuando no se garantice lo dispuesto en los artículos 28.2 y 37.2 de la Constitución, y concurra alguna de las demás circunstancias o situaciones contenidas en este artículo.
  4. Situaciones de desabastecimiento de productos de primera necesidad.

Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, de los Estados de Alarma, Excepción y Sitio, artículo 4



Resulta curioso que para solucionar la Crisis de los controladores se haya recurrido al estado de alerta. Se supone que la movilidad es un derecho, sí, pero el cierre de aeropuertos no dificulta el uso de transportes alternativos en la misma medida que las huelgas de camioneros y taxistas (que normalmente se dedican a congestionar calles), ni amenazan con el desabastecimiento.

Además, el transporte no es tan esencial como para no estar gravado con tasas aeroportuarias, impuestos especiales y un IVA de tipo general.

Por otro lado, y aunque ya se sabe que las comparaciones son odiosas y no tienen validez jurídica ninguna, las condiciones necesarias para invocar el estado de alarma se han cumplido más claramente en otros casos de conflictividad natural o social:
  1. Desastres naturales, como las cíclicas inundaciones, sequías e incendios forestales. Accidentes graves, como la catástrofe del Prestige (2002) o la rotura de la balsa de Boliden en Aznalcóllar en 1996 (accidente que volvió a nuestra memoria después de los trágicos sucesos de Hungría en octubre de este año).

  2. Crisis sanitarias como la crisis del síndrome tóxico (ocurrida meses antes de la aprobación de la ley orgánica 4/1981) o las crisis sanitarias con riesgo de contaminación a gran escala producidas por diversas huelgas de recogida de basuras en verano.

  3. Respecto de la paralización de servicios públicos esenciales, mi lectura es que sólo se puede invocar cuando no se respete el derecho a la huelga (28.2 de la constitución), o no se respeten los servicios mínimos regulados por ley (37.2 de la constitución), y además de todo lo anterior se den las circunstancias previstas en las letras a, b y c, es decir, que el no respeto de los servicios mínimos no basta: han de estar unidos a riesgos sanitarios o catástrofes. Es decir, es muy difícil que concurran todas las circunstancias y de hecho no concurren en este caso. Sin embargo, podríamos pensar que concurrirían durante una huelga sanitaria (circunstancia que sí se ha dado en varias ocasiones, sin suscitar la activación del estado de alarma).

  4. Respecto del riesgo de desabastecimiento, último punto que aparece en las condiciones, sí se ha dado en varias ocasiones, y nunca se ha activado el estado de alarma.


Personalmente, creo que:
(1) El estado ha obrado ilegalmente al invocar el estado de alarma, pues la redacción del artículo cuatro letra (c) de la ley orgánica 4/1981 establece que la imposibilidad de garantizar lo establecido en los artículos 28.2 y 37.2 de la constitución no es condición suficiente para la invocación del estado de alarma, siendo necesaria la concurrencia de otra de las circunstancias contenidas en el artículo 4 de la L.O. 4/81, esto es, situación de catástrofe, riesgo sanitario o desabastecimiento.
(2) El estado ha obrado ilegalmente al no convocar un pleno del congreso el mismo día 7, que era día hábil, pues el artículo 116.2 de la constitución dice que el gobierno deberá convocar un pleno inmediatamente después de invocar el estado de alarma, y la L.O. 4/81 no niega este hecho, sólo infoma del mecanismo para convocar otro pleno en que se prorrogue este estado.

Por último, una pequeña crítica lingüística. Ayer, en una emisora de televisión, una locutora habló del "estado de alarma" como de un derecho. Irónico, ¿verdad? Se trata de un nuevo caso de doblehablar (doublespeak), o incluso de doblepensar. Es cierto que el gobierno está (o cree estar) en su derecho a invocar el estado de alarma. Pero cuando hablamos de derechos, hablamos de derechos de las personas, no de los individuos. Si no, habría que hablar del "derecho al encarcelamiento" y similares.