viernes, 24 de julio de 2009

La cueva (borrador)

(Estoy haciendo un pequeño cuento sobre este tema y, ante la escasez de "cuentos de los miércoles" en este mes, he decidido publicar una versión resumida...)

Ya está cerca: sólo necesita hacer un pequeño esfuerzo para trepar a lo alto de la colina. En el otro valle, dominando la carretera, está la Gruta del Oso. Hace tiempo que no sube a verla... en cierto momento, después de recorrerla siete veces un mismo verano, y dos veces el mismo día, se juró que no volvería a entrar. Pero de eso hace ya muchos años.

No le ha dicho nada a sus sobrinos, tan aficionados a recorrer el monte. Pensarían que eran chocheces de viejo. Además, el pueblo queda a tan solo media hora, y el camino que ha recorrido es frecuentado por los ganaderos que llevan pienso a los abrevaderos distribuidos por el monte. No hay ningún peligro.

Sube a lo alto de la colina, donde en otros tiempos hubo un vértice geodésico. Ya sólo quedan piedras dispersas de lo que debería ser un montón perfectamente piramidal con un mojón de madera en la cumbre. Claro, la gente lleva mucho tiempo usando esos cacharros para orientarse... cualquier día, fallarán los satélites y nadie sabrá orientarse usando la brújula y el mapa. Pero bueno, ya estamos llegando... ahora, cuidadito en la bajada.

Sigue los senderos de cabra que bajan por la abrupta pendiente. Unos cuantos giran hacia la izquierda, hacia los matorrales. Los pequeños excrementos del suelo indican que siguen apacentando ovejas por aquí, aunque parezca algo anacrónico. De todos modos, son más habituales los pedazos de colorido plástico, aluminio plateado y hojalata dorada que atestiguan el paso de los domingueros. Se agarra a los bujos para evitar un resbalón allí donde desaparece la tierra y queda al descubierto la roca caliza. Por fin, llega a la amplia boca del primer túnel.

"De este, pues, formidable de la tierra / bostezo, el melancólico vacío..."

Todavía recuerda que ha de cubrirse boca y nariz con un pañuelo antes de penetrar en la cariada roca. Según camina, el polvo producido por la descomposición de los residuos dejados por generaciones de ovejas y cabras se levanta del suelo formando espesas nubes. Después, termina el túnel.

Sólo le queda seguir un pequeño sendero, una decena de pasos, quizá. Esquivando ramas y pegándose a la pared del monte, llega a la pequeña abertura de la gruta.

Entonces, revuelve en su macuto y saca un objeto metálico. Le costó encontrarlo, pero todavía estaba en el trastero. También había un par de pastillas. No sabe si funcionarán aún. Con cuidado, las introduce en la lámpara y añade un poco de agua de su mochila. No tarda en percibir el aroma del acetileno. Enciende la llama y, después de esconder sus pertenencias bajo una roca, se adentra el la cueva.

Al principio sólo tiene intención de entrar unos diez metros, hasta la primera pared. Pero ve que alguien ha dejado una cuerda aferrada a una estalactita, en lo alto, y, probando sus fuerzas, consigue escalar hasta lo alto. Si ha podido hacer eso, lo demás es pan comido.

Con cuidado, se desliza por el primer tobogán. Alumbra hacia la sima de su izquierda, comprobando que no haya aparecido ningún nuevo túnel tras tantos años. La verdad es que hay numerosos cascotes: Han tenido que derrumbarse muchas secciones de techo.

A continuación debe elegir entre trepar a lo alto de un tobogán o arrastrarse bajo él. En su juventud solía arrastrarse, pero ya no se siente tan cómodo al agacharse. Así que decide trepar.

Es entonces cuando, al llegar a la parte alta de la roca, escucha un sonido extraño en el interior. Hay alguien en la cueva. Se queda donde está, y oculta la llama, esperando gastar una broma a los visitantes.

Ve cómo se acercan, hablando de temas intrascendentes. Son un chico y una chica, unidos de la mano. El chico atrae a la chica hacia sí y la aferra. El anciano piensa en otros tiempos en que él también venía a estos lugares para encontrar el cálido abrazo de una muchacha. ¡Ah, la juventud...!

De pronto, percibe algo extraño. La joven rechaza al muchacho y parece querer quitárselo de encima. Eso es relativamente común, pero no que eche a correr después, dando gritos, y él la persiga. Los dos vienen hacia él, y es de esperar que intenten el camino de subida.

La chica llega al muro y parece dudar un momento. Si se agacha, será presa fácil. Pero también tardará en conseguir trepar a lo alto. Entonces, grita de nuevo. Alguien la ha aferrado de la muñeca, y tira de ella hacia arriba.

—Tranquila, no te pasará nada...

La chica se revuelve y le golpea. Todo se vuelve oscuro...

Su último pensamiento es que será complicado explicárselo a la familia.

5 comentarios:

Gonzalo dijo...

Creo que conozco esa cueva... ¿verdad?

Muchos años sin entrar... se echa de menos.

Un abrazo.

Erinia dijo...

Si es lo que creo, y hasta donde sé, te aseguro que la chica no pensaba en como explicárselo a la familia, precisamente. Mal trago.

cristal00k dijo...

Apasionante por el momento. Sería incapaz de entrar en esa cueva, a pesar de lo curiosa que soy...
Besos.

José Moya dijo...

Creo que con el cambio de perspectiva que he hecho se entiende mal la historia.

La idea es que es la chica quien, pensando que el anciano la va a violar, le golpea hasta la muerte. Por tanto, quien se pregunta cómo explicarlo a la familia es el anciano...

Gonzalo dijo...

Si te sirve de algo yo sí lo había entendido. Aunque incluso podía liarlo más: La joven golpea al viejo creyendo que éste le agrede. Entonces el perseguidor no sólo alcanza a la joven sino que tiene a quien hacer cargar después con el muerto... o la muerta.

Joé... qué retorcido ¿no?