miércoles, 4 de febrero de 2009

El cuento del miércoles: Victoria Blanca

Artículo programado (la tarde de hoy tengo un claustro)

Las máquinas del tiempo son estupendas, Vania. Uno se mete dentro y le transportan a lugares maravillosos. Imagínate, Vania: Las nebulosas ondas del báltco salpicando un muelle vikingo; la luna sobre las pirámides en construcción; el sol de Roma iluminando la función del circo; los bucólicos valles de la agreste Arcadia, que los ilotas cultivan para sus amos espartanos.´
Vania, no intentes interrumpirme diciendo que es imposible viajar en el tiempo. ¿Sabes? Aunque estos harapos lo disimulen, en otro tiempo fui doctor en física. Entonces podía llamar camarada al secretario del Obkom, y éste no me corregía llamándome ciudadano. No, Vania: en otro tiempo yo vivía allá, al otro lado de los muros, más allá de la estepa. Hace fío, Vania: déjame volver a la luz de Grecia.
A veces lamento haber quemado aquellos planos, Vania. Porque nadie agradeció que los quemase. No, Vania: bubiera sido lo mismo. Qué más da, ahora estarían con el resto de los planos del instituto, colgados en la pared de alguna letrina. Y, sin embargo, Vania, si hubieran llegado a las manos correctas... Pero tú y yo sabemos que no debo hablar de eso, Vania: ni siquiera aquí puedo hablar sin que mis palabras nos comprometan.
Y eso que sólo mis palabras podrían demostrar el gran servicio que hice a nuestra causa. ¿Qué habría pasado si yo no hubiese fabricado aquello? Todo habría sido distinto. Pero ellos ya no lo recordaban.
Dejemos, Vania de recordar nuestros males. Volvamos a Arcadia. ¿Sabes? No era tan fácil la vida en los valles beocios. No son tan verdes, ni es tan copioso el ganado. El amo es cruel, si te toca ser esclavo. Pero la tierra es blanda, y sólo se hiela unas semanas en invierno. Es cierto que no hay ninfas en los bosques, pero puedes gritar hasta que te responda Eco.
Y no como aquí, que hay que callar... Imagínate, Vania. No callé en 1905, cuando la ojrana nos reprendía a tiros, y callo ahora... Es absurdo, Vania. No sé por qué me silencian. Pues precisamente si no lo hicieran nadie me creería.

No, nadie recuerda ya (es imposible que lo recuerden) la mano criminal que detuvo a Uliánov antes de que llegase ese 3 de abril en Petrogrado. Así que nada tienen que agradecer a quien, 20 años después de la victoria blanca, consiguió volver a 1917 y cambiar la historia.

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