miércoles, 7 de enero de 2009

El cuento del miércoles: Compras

Era un hombre maduro vestido con un jersey de rombos y con gafas de concha, probablemente soltero, o con suficientes años de matrimonio a sus espaldas como para dejar de preocuparse por complacer a su esposa. Tenía la cara de despistado de quien, buscando un atajo para llegar al Corte Inglés esquivando las turbas navideñas que invaden sol, había acabado en un callejón lateral. Entró en la tienda y se puso a mirarlo todo, acercando mucho la cabeza a los artículos y suscitando las sospechas de las dependientas. Por fin, cogió un juego de madera de los que había en la estantería azul.

La dependienta estuvo tentada de decirle que los artículos de la estantería azul no se vendían, que eran los que don Carlos reservaba para su colección personal. La verdad es que nunca había quedado claro por qué esos estaban reservados, mientras que otros idénticos permanecían cubriéndose de polvo en el almacén, a la espera de comprador. Así que tomó aquel juego de madera, lo envolvió cuidadosamente con un papel dorado, y le pegó una cinta.
—Gracias por su compra, y feliz Navidad.

A la semana volvió. Dijo algo de que el juego estaba incompleto. Faltaban el viento norte y el crisantemo. La dependienta no puso demasiadas trabas para cambiar la caja. Sólo necesitaba abrirla, para ver que realmente faltaban las piezas. Realmente le daba lo mismo; el juego volvería al proveedor y el canje no supondría ningún problema para la tienda. Pero había que hacerlo para desinventivar futuras reclamaciones.

Cuando tocó la tapa, algo en los ojos velados por las gruesas gafas de concha le hizo desistir de su idea. Dejó la caja apartada y se metió al almacén a buscar una nueva. Le pasó un plumero para quitarle el polvo y, ya en el mostrador, la abrió ante el cliente. El mahjong estaba completo.

Mientras el cliente se iba, con una sonrisa de satisfacción hacia su casa, ella colocó la caja en la estantería azul, y junto a la estantería un cartel que indicaba, claramente, que aquellos juegos no se vendían.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buen relato. Cotidiano como la vida misma. Conozco una mujer que sale cada fin de año con un vestido del Corte Inglés, no me digas como lo hace o quien le ayuda, pero llegado enero, lo devuelve sin problema. Supongo que sale con la etiqueta por dentro y no siempre lo coje con su tarjeta... ni idea.