sábado, 24 de febrero de 2007

Ley de Murphy...

Ayer, el señor Murphy se ensañó conmigo.
En primer lugar, provocó un apagoncillo nocturno en mi casa, donde estoy usando un despertador eléctrico al que no le funciona la batería de protección contra apagones (no, no es que la pila esté agotada: ya probé a ponerle pilas nuevas). Gracias a que no me duché (lo haría, asqueado de mí mismo, a las dos de la tarde), llegué a tiempo para que no me pusieran un retraso, pero demasiado tarde como para realizar el examen que había programado.
En segundo lugar, ese viernes tenía que aprovechar mi temprana hora de salida para ir sin falta a un Caja Madrid a coger unos extractos de cuentas de la comunidad de la que soy propietario, pero el profesor de sociales me habló sobre los extraños justificantes de unos alumnos que previamente habían amenazado con no presentarse al examen y me vi obligado a llamarles a casa: perdí una hora en buscar los teléfonos, llamar a los teléfonos fijos, cambiar de despacho para poder llamar a los móviles y buscar números alternativos. No obtuve ninguna respuesta.
Salí pitando en un taxi y, después de hacer cola en el Caja Madrid, me encontré con que si intentaba pedir un extracto sin la cartilla (algo que yo, acostumbrado a usar cuentas corrientes en lugar de libretas, consideraba absolutamente normal), me cobraban. Como no se trataba de mi dinero sino del dinero de mis vecinos, fui a mi casa y llamé al vicepresidente. Él tampoco tenía la libreta. De hecho, recordaba, como yo, que cuando habíamos ido con el libro de actas al banco no nos habían dado libreta alguna.
¿Quién la tendría? El presidente anterior, "presidente de facto" puesto que, cuando hay que pedir una llave, ni Antonio ni yo solemos estar localizables. Él coge el correo de la comunidad, abre el cuarto de contadores a los distintos empleados, etcétera. Pero justo a esa hora estaba su piso vacío.
Así que llamé a la administradora, por si sonaba la flauta. Me dio media hora de plazo (retrasando con ello la ducha que necesitaba por momentos). Aproveché para hacer un par de cosillas (entre las que no entraba la corrección de 30 exámenes del otro grupo que había tenido ese viernes), volví a llamar, quedé en llamar a mi vecino por la tarde.
Después de ducharme y de comer un guiso improvisado de judía verde, cebolla, pechuga de pollo congelada y unas cuantas espirales (hay que aportar hidratos de carbono a la dieta), y tras hacer tiempo viendo en onda seis un telefilme no tan malo seguido de Inuyasha (serie de animación que no logro comprender pero que supera fácilmente a las cadenas rivales en su franja horaria), llamo a la vecina. Me da la libreta y sale conmigo a coger el correo de la comunidad. ¡Horror! Se ha dejado las llaves de su casa dentro. Me pide permiso para telefonear desde mi piso (por supuesto se lo doy, pero me horrorizo pensando en qué habría sucedido si en lugar de una mujer madura acostumbrada a memorizar números fuera una joven con toda su agenda en el móvil). La invito a tomar un café, que rechaza (¡Pero si a estas horas ya me he duchado! ¿Le habrá causado una impresión tan dura el estado de mi piso?). Esperará a su cuñada en el frío portal.
Aprovecho para actualizar la libreta en el cajero de Caja Madrid (nunca había actualizado una libreta, pero parece fácil); vuelvo al portal, la invito de nuevo a subir a mi piso, rechaza por segunda vez la oferta y nos dedicamos a hablar un rato, al cabo del cual subo nuevamente a mi piso. Son las siete menos algo, y la administración a la que tengo que llevar el correo y la cartilla actualizada abre hasta las siete y media. Me da tiempo a llegar, pero... es viernes, y casi todos los establecimientos cierran antes los viernes. Conviene telefonear. Efectivamente, salta el contestador. Bueno, qué se le va a hacer. El lunes, con más calma, llevaré los papeles.

(Por supuesto, como todos los días, también sucedió alguna cosa buena... pero estropearía el artículo si os la contara...)

3 comentarios:

Gloria dijo...

Yo también tengo un despertador de esos y, efectrivamente,la pila jamás funciona o funciona pero no impide que se retrase algo. Y vivo en la aldea de los apagones y, para colmo, en la casa de los cortocircuitos.
Mmmm, das que pensar con las cosas buenas... ¿qué sería? Je,je,je.

Unknown dijo...

Ese cúmulo de avatares todos seguidos ha conseguido estresarme, ayyysss... ;-)

Jaime dijo...

Buenas.....

Confirmo tus sospechas, la pila de esos relojes jamás funciona, no se para que la ponen, pero Jose carajo usa el despertador del movil....

Respecto al amigo Murphy cierto es que siempre está a la que salta esperando su oportunidad, pero dices que la parte buena del día no la cuentas?????

El relato se queda con tu vecina en tu casa tomanddo el café....!!!! Ahí hay algo más. Cuenta cuenta.... de verdad se dejó las llaves o fue una excusa muy bien urdida para asaltarte??????

Acabaste el día siendo un hombre muy muy feliz, pillín?????

Cuenta lo que sea o iventatelo si hace falta,pero cuentaaaaa...!!!!!