viernes, 8 de julio de 2005

Medidas de seguridad. De panópticos y otros.

Seguro que el gobierno de Tony Blair aprovecha la situación actual para impulsar en el Reino Unido sus medidas policiales, entre las que se incluye una poco del gusto de los británicos: la implantación de una cédula de identidad. Para hacerlo, aludirá a la inseguridad y a la necesidad de adoptar medidas de prevención de atentados.
Y no es que el Reino Unido esté exento de ellas. Nunca he visitado este país (lo más cerca que he estado ha sido Algeciras) pero las estadísticas, que suelen aceptarse como un sustitutivo de la sabiduría, dicen que Londres es la ciudad con más cámaras de vigilancia por habitante de todo el mundo. Ahí es nada. Tengo entendido que varias de estas cámaras están en los vagones de metro o en los autobuses, y supongo que habrán grabado lo que hubiera que grabar, aunque lo que ha llegado a las televisiones proceda de móviles. Por otro lado, estas cámaras no se colocaron pensando solamente en la delincuencia común, sino en la posibilidad de un atentado como el que ha tenido lugar, aunque cuando se colocaron se tenía en mente a un grupo terrorista distinto.

El panóptico, que es glosado por la novela 1984, es un aparato que permite ver todo lo que sucede a nuesto alrededor, sin que quienes estén ahí nos vean. De hecho, no es tan importante ver como que sepan que estamos mirando. El panóptico, en este sentido, es un sustitutivo de la divinidad vigilante, y nace en un momento, el siglo XIX, en que la religión comienza a ser superada por la ciencia. Los primeros panópticos se diseñaron para instituciones penitenciarias y educativas (cárceles, correccionales, manicomios, colegios) pero ha sido la técnica televisiva (y sus derivaciones tecnológicas) la que ha permitido extenderlo por inmensas extensiones urbanas, e incluso sustituir al vigilante único (al fin y al cabo se trata de una técnica industrial destinada a la reducción de plantilla) por una máquina más eficaz.

Lamentablemente, el panóptico, del que tengo noticia a través de un interesante libro de M. Foucault (Vigilar y Castigar), no es infalible. Por eso, por más que vigilemos, siempre habrá alguien capaz de burlar nuestra vigilancia, y de matar. Si los magnicidios, a pesar de toda la vigilancia que rodea a la víctima, son posibles, ¡cuánto más posible no será destruir a personas anónimas! De ahí la táctica del "homicidio de inocentes" (en realidad nadie lo es, ciertamente, y mucho menos quien dispara) adoptada por los grupos terroristas.

Más allá de cierto nivel de intimidación, que ya existe, cualquier medida represora sólo ayudará a fomentar el descontento de los ciudadanos. Porque, reconozcámoslo, aunque una máquina sea capaz de reemplazar al ojo que todo lo ve, ninguna máquina es capaz de reemplazar a un dios omnisciente, que todo lo sabe, ni a un dios omnipotente, que todo lo puede.

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