martes, 28 de junio de 2005

Tecnología...

Supongo que estaremos de acuerdo en que uno de los grandes inventos del siglo XX, quizá el más importante, fue el refrigerador doméstico, derivado de diversos descubrimientos realizados en el siglo anterior (la refrigeración industrial data, en efecto, del siglo XIX). El refrigerador permitió la vida urbana tal como la conocemos hoy, y ha ayudado a millones de personas a mantenerse en un estado relativamente saludable —la contrapartida ha sido la obesidad.

A pesar de ello, mi corazoncito se suele decantar por otro tipo de inventos. Ya sabéis que, durante algunos meses, dediqué una sección semanal a hablar de la historia de las computadoras, y os conté diversas curiosidades sobre el primer virus (diseñado para que a su autor no le pidieran copias de un juego); la computadora de los nazis (que, por suerte, no dedicaron ingentes cantidades de dinero a su desarrollo, a diferencia de los británicos); El primer ordenador o el juego Wumpus.

A veces, siento que me gustaría reanudar esa sección; sobre todo, cuando leo, como la semana pasada, el obituario de Jack Kilby, creador del primer circuito integrado.

El circuito integrado es uno de esos inventos basados en una idea evidente, pero que a pocos se les pasa por la cabeza (si los diodos, los transistores y otros componentes electrónicos están fabricados a base de semiconductores, ¿por qué no unir todos esos componentes grabándolos en una placa semiconductora?) y, como otros grandes inventos de la humanidad (pensemos, por ejemplo, en la bombilla), se produjo casi simultáneamente en dos lugares. Jack Kilby, que trabajaba para Texas Instruments, desarrolló su invento en 1959, poco antes de que Robert Noyce, de la Fairchild Semiconductor, crease una versión que ya utilizaba el silicio como base, en 1961.

En la versión americana de la wikipedia se puede leer que el circuito integrado ya había sido concebido por Geoffrey Dummer, en 1956, pero que no tuvo éxito a la hora de fabricarlo. En la página oficial de Texas Instruments se nos cuenta el motivo que alentó a Kilby en su empeño: la "tiranía de los números".

Si bien mucho más fiables que las antiguas válvulas electrónicas, los transistores seguían presentando un problema: había cientos, miles de ellos en cualquier aparato electrónico complejo. Habiendo tantos, era fácil que alguna soldadura fallase. El gobierno estadounidense propuso colocar los componentes en módulos estandarizados, de forma que la unión de los diversos módulos no requiriese soldaduras.

Kilby se dio cuenta de que esa no era la solución, pues no evitaba la acumulación de cantidades ingentes de componentes. Y, por otro lado, comprendió que si los transistores y las resistencias se podían fabricar a base de germanio, también se podría fabricar en la misma placa de germanio, formando un circuito.

Por aquella época, los principales interesados en computación eran los militares, y uno de los primeros éxitos del circuito integrado fue el misil Minuteman (uno de cuyos promotores murió también recientemente). Pero, por si os sirve de consuelo, Kilby demostró la utilidad de su invento para la vida civil creando lo que para muchos de vosotros es la principal imagen de Texas Instruments: la calculadora de bolsillo.

1 comentario:

Gloria dijo...

La verdad es que la historia de los inventos es muy curiosa (como casi todas las historias, como ya conocemos el final, nos hace más gracia) Pensar que a Edison le funcionaba todo menos el metal de la bombilla (que siempre se le fundía, al hombre, pobruco) Y lo que ya es de risa es el descubrimiento "de bola" de la olla express (que casi conocían ya los griegos, lo que pasa es que la fuerza del vapor se la traía floja, ya que ellos tenían esclavos que sólo consumían comida, que era más fácil de obtener que el carbón) Y si luego nos paramos a pensar en el cotilleo, mi inventor favorito es Marconi, que se pasaba la vida tomando el sol en su yate, rodeado de mujeres que también tomaban el sol. Supongo que (por sacarle la moralina y la metáfora, si la hubiera) esto nos demuestra que, en realidad, no tenemos mucha idea de a dónde nos conducimos cuando investigamos: puedes aspirar alto, inventar el avión (que no es ninguna tontería) y acabar muerto de hambre (pobres Wright, aunque últimamente se decía que no era del todo suyo el invento) o querer cruzar con ondas los Apeninos y acabar comprándote un yate y viviendo a lo grande. Oh, qué ironías tiene la vida.