jueves, 9 de junio de 2005

Sobre el logotipo de Renfe... y otros

Hace dos días vi que comenzaban a circular cercanías con el nuevo logotipo de RENFE, pero hasta hoy no me he dado cuenta de que este logotipo no sólo ha sustituido la tipografía con que se escribían las siglas de la compañía ferroviaria española, sino que ha eliminado completaamente el logotipo anterior, aquel círculo rojo (en otros tiempos azul o amarillo) con dos flechas invertidas.

Hay que reconocer que el nuevo logotipo es acertado: su cursiva da una impresión de movimiento y modernidad, pero a la vez de tradición; de hecho, a mí me sugiere el humo de uno de esos expresos que aparecen en las películas de los años cuarenta y cincuenta. Sin embargo, por muy acertado que sea el nuevo logotipo, hay que considerar qué razones hacen que cambie su imagen una compañía cuyo símbolo era ya un icono de la cultura española.
El logotipo anterior data, por lo menos, de los años 70. Quizá estuviera ya anticuado; es posible. Pero estaba asentado. Cualquier persona pensaba en RENFE cuando lo veía. ¿Era necesario, realmente, sustituirlo?

Pensemos en logotipos que podamos recordar fácilmente. El primero que se me viene a la cabeza es el de Coca-Cola. La compañía de Coca-Cola no ha cambiado su logotipo desde 1886, y el principal símbolo de Coca-Cola sigue siendo una botella contorneada diseñada en 1915. Hasta tal punto, que cuando la técnica lo permitió, las botellas de dos litros de la empresa comenzaron a tomar la misma forma. «Vaya», pensaréis, «Coca-Cola debe de estar en la ruina, no tiene ni para un cambio de imagen. Además, seguro que entre los jóvenes no es nada popular.» Sin embargo, ocurre todo lo contrario. Coca-Cola es un producto universal; hasta tal punto que existen fotografías del Che Guevara o de líderes islamistas consumiendo la bebida emblemática de los Estados Unidos.

Volvamos entonces a RENFE: ¿Era necesario cambiar su logotipo, teniendo en cuenta no sólo que ello supone cambiar sus anuncios o la pintura de sus trenes, sino además otros detalles, como el software de los civia o el logo circular de Cercanías, inspirado en el de la empresa matriz?

Me da la impresión de que en España hay una especie de miedo a la obsolescencia de los logotipos. No ocurre sólo con la compañía ferroviaria: también con Telefónica, por ejemplo.
Hay que reconocer que, después del "CTNE" o "Teléfonos" que adornaban respectivamente los terminales y los pueblos españoles a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, el logotipo de la T "digital", formada por esferas y situada dentro de una circunferencia supuso una auténtica novedad. Recordaréis que ese logotipo sufrió un pequeño cambio posterior, cuando la T adoptó una perspectiva cónica, en fuga, para dar impresión de movimiento. En los últimos tiempos, el logotipo se sustituyó por la palabra "Telefónica" en un tipo cursivo, lo que suscitó cierta polémica relacionada con la tilde de la o (unos decían que estaba unida a la f, otros decían que se la habían olvidado; en cualquier caso, según el libro de estilo de EL PAIS (sic), la tilde es opcional en los logotipos).
Recordaréis también que el nuevo logotipo fue incorporado a los de la Movistar y la vieja Moviline. ¿Por qué ahora, después de poquísimos años de funcionamiento, ha cambiado el logotipo de Movistar? Mi respuesta a este gran misterio del universo es que en ciertos mercados se quiere ocultar la presencia de Telefónica en la compañía de comunicacíón celular. Otra posibilidad sería que, como ocurrió con TPI, o con Teleline, luego Terra, luego Terra Lycos y ahora de nuevo Terra a secas, Telefónica se plantee vender su participación. En cualquier caso, la compañía ha tenido tantos logos que no es extraño que ahora pague para que aparezca en lugares insólitos: es la única manera de que lo recordemos.

Pero algo parecido se podría decir de otras empresas españolas. Recuerdo logotipos antiguos de Banesto, Campsa (uno de mis preferidos en la infancia, porque significaba parada a repostar con la consiguiente salida del coche) o de compañías creadas por el gobierno para la absorción de empresas públicas por capital privado (¿cuánto se pagaría por el logo de Argentaria?).

Y no sólo los logotipos cambian. ¿Recordáis las efímeras monedas de dos pesetas, que dejaron de ser de curso legal en unos pocos años? ¿Y la creación de nuevas monedas cuando ya se había puesto en marcha la maquinaria que nos llevaría al Euro? ¿Cuántos artistas han podido sobrevivir gracias a estos absurdos y extraños cambios de imagen? El Ministerio de Cultura debería dejarse de apoyos al cine, e invertir un buen capital en subvencionar un logotipo nuevo al año para cada empresa española.

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