miércoles, 15 de diciembre de 2004

Desmotivación

Por si leyendo el cuento de esta semana (que ha bajado en calidad literaria) no os habéis dado cuenta, estoy absoluta y completamente desmotivado. Ya sé que vienen las vacaciones, pero ni siquiera sé si deseo que lleguen, de verdad.

El primer trimestre del año pasado acabó para mí de manera parecida, pero no sé si podré resistirlo otra vez más. Odio a los alumnos y me odio (más aún) a mí mismo. Quizá ahí esté la clave. Soy una persona que, de estar muy pagada de sí misma, pasó en la adolescencia y temprana juventud a odiarse a sí misma. No es falta de autoestima, es... una especie de autoexigencia frustrada. Pero el resultado, a la hora de tratar con personas, es el mismo:
-Dinos las notas (barullo).
-No.
Diez minutos después después:
-Dinos las notas (barullo).
-No
Veinte minutos después después:
-Dinos las notas (barullo).
-No

He preferido que se armara jaleo (con lo que he acabado expulsando a seis chicos, dos de ellos de los que mejor se portan) a ceder. ¿Por qué? Porque estoy harto de que los chavales no sepan aceptar un NO por respuesta. Quizá mi lenguaje no verbal les haga pensar que tienen alguna posibilidad, no lo sé. Pero tienen que saber que cuando un hombre, mujer o marciano les dice que no, es que NO.

Quizá no me expliqué bien cuando dije que me parecen estúpidos esos tipos de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción que insisten en la necesidad de que el chico sepa decir "no". Por más que lo intente (incluso con toda la asertividad del mundo), sus amigos van a pensar que dice "sí". Y no se puede decir "no" a cada segundo durante toda la vida. No hay sólo que enseñar a decir "no": hay que enseñar que, cuando te dicen no, es no. Y punto. Por eso es necesario que el chaval sepa que los pies NO se ponen en el sofá (y menos con deportivas) y todo el resto de pequeños conocimientos "represivos" que se critican en el anuncio.

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