jueves, 22 de abril de 2004

Teléfonos...

(Siguiendo el ejercicio propuesto)

Domingo por la mañana. El hormigueo del cuerpo resacoso. El suave tacto de las sábanas sobre la piel. Un leve zumbido en las sienes. Ayer te divertiste, Jose.
Estiras lentamente el brazo hacia la mesilla. Te colocas las gafas un momento y compruebas que todavía son las diez. Mmm. Las diez... Dejas suavemente las gafas junto al despertador. Te giras, arrebujado en tu manta. Y vuelves a cerrar los ojos. Todo es tan agradable en domingo...
No debe haber pasado mucho tiempo cuando suena el teléfono. Esperas que alguien lo coja... (el teléfono.) ¿No debería haber alguien más en la casa? (El teléfono) Tus compañeros de piso se fueron ayer de viaje (El Teléfono). Alargas la mano (EL TELÉFONO); tiras las gafas (¡¡EL...); sales corriendo (...TELÉFONO!!) sin ver nada; tomas el auricular (El...) antes de que suene el último timbre (...teléfono).

-¿Diga?
-...
-¿Quién es?
-...
-No estoy de humor para bromas; por favor, dime quién eres.
-...
-Mira, hijo de puta, me has sacado de la cama, así que dime de una jodida vez quién eres.
-... (clic).
-¡Joder!

Vuelves a tu cuarto, pero no te metes en la cama. Buscas las gafas que cayeron, con los cristales hacia abajo, tras tu cama; las encuentras, no sin antes derribar la pila de libros de tu mesilla. Corres hacia el teléfono Domo del salón, esperando ver en él el número del capullo que te ha llamado. A ese le vas a poner en la oreja la puta cinta de Rana-Rama del Spectrum. O mejor el Gauntlet, media hora de jodidos pitidos. O un zumbido de 7 hertzios capaz de romper el cráneo de un avestruz. O...

Decepción: Número oculto. Te quedas como un pasmarote ante el teléfono, y reflexionas sobre la situación. Debiste pensarlo, chaval... ¿Vas por la vida pensando que todos son tan tontos como tú, o qué? Si es que te despierta una mañana de resaca, un domingo, un maníaco cualquiera, y tú crees, inocente de tí, que te va a dar la oportunidad de usar material informático obsoleto en pro de la humanidad. No, chaval, él es más listo que tú. Él sabe que antes de gastar una broma pesada hay que preparar una vía de escape.

En ese momento te das cuenta de que el dolor que sientes en la ingle se debe a que te estás meando y te acercas a paso acelerado al cuarto de baño y no puedes evitar un gemido de alivio cuando relajas los esfínteres y sientes vaciarse tu vejiga. Ring.
-No jodamos.
Ring.
-Espera un poco.
Riing.
-Venga, que ya va.
Riiing.
-Cago en la leche, ya está, ya voy.
¡Riiiing!
-Joder, que ya... que... ¡ostia!

Aguantas. Abres la puerta. Corres por el pasillo. Buscas el teléfono. El auricular. A tiempo.

-¿Diga?
-...stnch...
-¿Diga?
-...tanoch...
-Perdón, ¿puede hablar más alto? Es que no le oigo bien.
-...tanoche nos has desperTADO, CABRÓN! Y COMO VUELVAS A ARMAR ESCÁNDALO LLAMAMOS A LA POLICÍA!! -El fascista de tu vecino de abajo, con su voz aguardentosa de siempre.
-Pero si yo...
-¡GILIPOLLAS!
-Pero...
-... (clic).

Entonces dejas el teléfono, vas corriendo (que se joda el de abajo) hasta la puerta, la abres, contemplas un hilillo de vómitos junto a la puerta de enfrente. Mientras tocas el timbre, piensas en tus vecinas: es la última que les perdonas...

(Qué carajo, dirás después, cuando te abran la puerta).

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